Ishaan, el protagonista del filme, es un chico soñador (un tanto autista) con bajo rendimiento escolar pero que gusta de los animales. Su dinámica familiar lo lleva a rivalizar con su hermano mayor Yohaan, el cual tiene un rendimiento escolar superior. También tiene problemas para socializar con sus iguales, llevándolo a ser presa de violencia por sus pares. Esta falta de interacción social positiva, hacen que Ishaan sea un niño solitario y deprimido. Estado anímico que se agudiza con el trato rudo que recibe de su padre, de sus maestros y de sus demás compañeros.
En la escuela, por supuesto, Isshan se mete en problemas, demostrando una falta de comprensión lectora grave para su edad (8 años). Castigado, espera de pie en el pasillo, sin que reciba algún tipo de atención especial por parte de los demás profesores, por parte de la psicóloga del plantel (debería de haber una, por supuesto) o por alguna autoridad educativa. Los gringos utilizarían el término
neglect (“descuido, abandono”) para describir su caso.
Por supuesto, al no ser tratado correctamente, Isshar abandona la escuela (literal y metafóricamente). Así se lo confiesa a su hermano mayor, su único apoyo emocional en casa. Es evidente que su problemática data de tiempo atrás. (Papá y mamá están ya fastidiados.)
Cuando la directora del colegio se reúne con los padres de Isshar, queda evidenciado que el niño requiere de educación especial, pero sus padres se aferran a la idea de cambiarlo de escuela. Me imagino que una sociedad tan clasista y racista como la india, el hecho de que un niño no pueda seguir sus estudios en una escuela “normal” es sinónimo de escarnio y exclusión.
Hasta este punto del filme, hemos podido apreciar que la vida de Isshar realmente es privilegiada: tiene casa, alimentos, ropa, juguetes, cama... Afuera, en las calles, otros niños no pueden acceder a la escuela porque tienen que trabajar para ganarse el sustento diario. Eso es lo que más fastidia al padre de Isshar: que dándole todas las condiciones materiales, su hijo no pueda salir adelante.
Al final, los padres de Isshar deciden mandarlo a un internado. Pero sólo para volver a fracasar. Adquiere cierta disciplina, es cierto. Pero sus problemas académicos evidencian un problema neurológico que aún nadie detecta. Y, en lugar de detectarlo (para poder diagnosticar a Isshar y medicarlo), la trama de la película da un giro y nos presenta a Ram Shankar Nikumbh, el maestro sustituto, una mezcla de mago, clown y consejero que romantiza la idea del profesor “con vocación”: el docente que “ama” lo que hace y que además de instruir lo hace de manera inspiracional y entretenida.
¿Cuántas veces no hemos visto este tipo de maestros desde que
Robin Williams dio vida a John Keating en La sociedad de los poetas muertos (1989)? Incluso rayan ya en cliché. Por supuesto, este nuevo profesor se interesa honestamente en la situación de Isshan y trata de ayudarlo. Obviamente es joven, soltero y con mucho tiempo libre para interesarse en sus alumnos extra-aula. Pocas veces el perfil de estos maestros corresponde a un padre de familia ocupado. Pero, además, Ram Shakar es buena persona: ayuda a los demás, se interesa en su comunidad, en su prójimo. Es el profesor perfecto que anhela construir el sistema capitalista: una mezcla de motivador, coach y guía de vida. Una bonita fantasía.
Desde un inicio, la película me parece demasiado emocional (música de fondo para acentuar las escenas dramáticas, actuaciones un poco exageradas, close-ups a las cosas desde la perspectiva de los personajes, uso de la animación, etc.) Pero, a estas alturas, me parece larga y aburrida. Es como si estuviera viendo una telenovela en maratón: estoy consciente de lo que va a pasar pero finjo sorpresa.
Primero, el profesor Ram Shankar visita la casa de Isshan. Ahí descubrimos que también es psicólogo:
Tras revisar los apuntes de Isshar concluye: lo que él tiene es dislexia y discalculia. Y va más allá: problemas en motricidad gruesa y fina, dificultad para seguir instrucciones, problemas de ubicación y sensorialidad, etc. Con este “ángel”, los padres de Isshar se ahorraron la visita al neurólogo.
Ya viene el final feliz pero, antes, el rescate del héroe: la clase magistral de Ram Shakar que parece una conferencia TED, que raya en propaganda.
Si bien es cierto que cada uno de nosotros tenemos diferentes tipos de conocimientos y habilidades individuales, la educación sigue siendo un proceso de estandarización. El problema de fondo con esta película es que, además de detectar a los alumnos con problemas de aprendizaje, se deben implementar políticas de atención desde los más altos niveles, encabezadas por las autoridades educativas, y no desde la disposición individual de cada docente.
Dejemos de lado que Ram Shankar se proyecta inconscientemente en Isshan. Además de detectar que un alumno tiene dislexia y discalculia, ¿qué se puede hacer para resolver dichos problemas? No todos los docentes contamos con los conocimientos y las habilidades necesarios para atender y remediar estos casos. ¿Entonces? ¿Qué hacer? No es una labor individual sino colectiva y, vuelvo a repetir, debe estar encabezada por las máximas autoridades educativas (que para eso se eligieron).
Termino con una escena que me dio mucha risa. Después del discurso motivador del profesor Ram Shakar, el maestro pide a sus alumnos salir del aula para realizar una práctica junto a un estanque. Recordé cómo en varias de las escuelas privadas que trabajé estaba ABSOLUTAMENTE PROHIBIDO que los alumnos salieran del salón de clase (incluso para ir al baño). En el propio sistema de preparatoria de la UAEMex se nos recomienda que no dejemos que los alumnos anden fuera. Detalles como este son los que hacen que las propuestas de intervención de la película me parezcan utópicas. Si un detalle tan sencillo como este no es posible implementarlo, ¿se imaginan el resto de las propuestas?
Saludos.