lunes, 30 de diciembre de 2019

"Fisuras en el continente literario". Federico Vite.



En esta nouvelle​ Federico Vite nos cuenta la historia del Comandante Ojeda, policía judicial de la ciudad de Pachuca, Hidalgo, que escribe una novela (robando versos y frases completas a Fernando Pessoa y Gabriel García Márquez) sobre la vida de Nadia Polkon, una refugiada croata que sobrevive a la pérdida de su hijo en México; obra textual que, a su vez, es robada por Octavio Paz.

Ojeda necesita a un escritor que le ayude a terminar con su novela, ¿y quién mejor que el ganador del Premio Nobel para hacerlo? Por eso, manda a secuestralo, afuera de su departamento:

Del Fiat descendieron dos hombres y tomaron sus puestos en la entrada del edificio. Despúes de dos horas de guardia vieron salir a su presa: un hombre blanco, de barba no muy poblada y ojos azules. La víctima iba tras los tacones apresurados de una mujer delgada, morena, de baja estatura, quien encendió un Volkswagen rojo, el cual fue perseguido por el Fiat. [...] La muchacha que manejaba el Vocho se dio cuenta de que los perseguían, pero no hizo ningún comentario. [...] El Fiat arribó a Lerma ciento cuarenta y tres cinco minutos atrás del Vocho, pero se fue de largo varios metros adelante. Los jóvenes dejaron sus puestos y siguieron a la unidad móvil. Decidieron que en la próxima oportunidad perpetrarían el secuestro. [...] El Fiat era visible desde la ventana del departamento del poeta y Clara descubrió a uno de esos muchachos raros dialogando con el chofer del vehículo que los había seguido. Supuso, con soberbia propia de un empleado burocrático, que los chavos eran reporteros de sociales... [...] Sin lugar a dudas resultaba gracioso, para Clara, ver a los fulanos intentando pasar inadvertidos como si el cabello largo y los pantalones rotos no llamaran la atención. [...] El poeta revisaba con minuciosidad su correspondencia. Cartas con sellos de Afganistán, Yugoslavia, Japón, Inglaterra, Francia.

-¿A qué hora dijo la señora que llegaba?
-No dijo. Fue a ver a la Poniatowska. Creo que iban a comer juntas. Ya sabe cómo son.
-¿Me puede hacer un favor? [...] ¿Quiero ir a Garibaldi. Hace mucho que no veo a los mariachis.

Pero el capricho de Octavio Paz por escuchar "Un mundo raro", las trompetas, el bandolón y los ayayay esperaría. Porque los hombres a cargo del Comandante Ojeda lo tomarían desprevenido, y junto con su secretaria, se lo llevarían hasta Pachuca.

Leer los parlamentos del Maestro, en la novela, es algo alucinante. Sobre todo porque Vite logra retratar a la perfección el estilo y la personalidad del Nobel mexicano:

-¿Puede hablar?- preguntó el comandante.
-No es muy agradable estar así, pero le advierto que en este momento hasta el Presidente de la República debe estar buscándome.
-Mire, poeta, verá, no se trata de hacerle daño.
-La Comunidad Europea lo hundirá en la cárcel. Así como lo escucha, verdulero.
-El asunto por el que está aquí es [muy] sencillo, se trata de literatura.
-¿Literatura?
-Verá, estoy escribiendo una novela y creí que...
-Nunca voy a interceder porque la publiquen, ¿me oye?, nunca, ya sé de qué se trata, sinvergüenza.
-No. Verá, quiero que me ayude a escribir[la]...
-No tienes talento y el hecho de que me secuestres no significa lo contrario.

Pero el Comandante Ojeda no está dispuesto a aceptar una negativa:

-¡Cállese! Me va a ayudar a güevo. Voy a leer lo que llevo y de usted depende la vida de su vieja.

"La vieja" es Clara, secretaria del Nobel, quien termina por quedarse como rehén hasta que la novela finaliza. El mismo Nobel la ofrece, a cambio de su propia libertad:

-Propongo algo. Si me libera dejo en prenda a mi secretaria, Clara, eso garantiza que terminaremos la novela, sólo así podré trabajar.



Desde ese punto, Vite comienza a crear un retrato siniestro del Nobel mexicano: no sólo es mesquino y egoísta, convenenciero y ambicioso, sino que terminará por convertirse en plagiario.

-Aunque yo no haya escrito novelas... quiero darle unos consejos. Por ejemplo, es importante que vea cómo construyen las historias los guionistas de Los Simpsons. ¿Conoce Los Simpson?
-No.
-De lo que se pierde. Nos resumen a todo el planeta, son una maravilla...

La constante referencia a Los Simpsons (misma que es subrayada de manera burda en esta reseña por Sergio Ernesto Ríos) puede parecer algo sin correlación con la realidad. Sin embargo, el lector poco avisado se equivoca:



En un viaje que realicé a Cuba, en el año 2014, la revista de abordo de la aerolinea Interjet reproducía este artículo en donde, de una manera cándida, Marie José Tramini, viuda de Octavio Paz, compartía detalles de lo que había sido su vida en pareja. El autor del artículo, Víctor Núñez Jaime, resume de manera magistral aquellos hechos:

Marie José Paz –Mariyó, como la llamaba su marido– era una mujer casada con un diplomático francés cuando, en “un atardecer magnético” de 1962, conoció al autor de El laberinto de la soledad en el barrio de Sunder Nagar de Nueva Delhi. “Yo era muy joven para divorciarme y pronto me fui de India, sin despedirme de Octavio”. Pero el destino (“porque fue eso: el azar del destino”) haría que se reencontraran meses después en una calle de París. Marie José se divorció, se fue a India con Octavio (quien también se había divorciado de su primera esposa, la escritora mexicana Elena Garro), donde él seguía siendo embajador de México, y se casaron en 1964 bajo un frondoso nim lleno de ardillas.

Entre ambos se consolidó una historia “muy literaria”, regida por la fatalidad de la atracción y la libertad de la elección. Cuando la pareja se instaló en un piso del Paseo de la Reforma, en México DF, sus días transcurrían entre la escritura, decenas de viajes, el cuidado de un invernadero y de algunos gatos. A primera hora, Marie-Jo leía los periódicos y seleccionaba lo que pudiera interesarle a su marido. Desayunaban juntos y luego él se metía a su estudio para escribir “sin interrupciones”. Por la tarde iban al mercado, al tenis (“solo jugaba yo. Pero Octavio me acompañaba, el pobre”), al cine, a una cena o se quedaban en casa viendo la tele (“¿sabe que a Octavio le encantaban Los Simpson?”).

¿No les hicieron falta hijos? “Pensamos en tenerlos, pero yo necesitaba una operación que nunca quise hacerme. No obstante, ahora que veo a Salma Hayek y a tantas otras tener su primer hijo a los 40, digo: ‘Me la hubiera hecho’. Pero nuestro amor fue tanto que parecía que no necesitábamos hijos. ¡Teníamos tanto que hacer, tanto que compartir!”.

La noche del 21 de diciembre de 1996, un cortocircuito provocó un incendio en su piso. “Cuando llegaron los bomberos, subí y vi cómo se habían quemado varios libros, muchos recuerdos que teníamos de India, de Afganistán… un mueblecito donde Octavio tenía las primeras ediciones de sus libros. Estuvo bien que hubiera sido yo la que vio eso, para que él no tuviera la sensación de infierno”.

Federico Vite toma, no sólo la anécdota del gusto por Los Simpsons, sino también la del incendio, como material para su novela:

Don Octavio salió ileso del incendio que destruyó su departamento en la calle de Río Lerma. El fuego arrasó con diversos objetos de arte, entre ellos el manuscrito de su nuevo libro.

"Su nuevo libro", por supuesto, es la novela del Comandante Ojeda la cual ya ha sido rebautizada por el Nobel mexicano de Yugoslava Nostra a El hijo de la yugoslava. Así se lo hace saber al Comandante:

-Sí, Ojeda, su libro se quemó. No fue culpa mía. Yo hubiera querido estar ahí para salvar algunos objetos muy valiosos para mí. No se apure, Clarita y yo estamos rescribiendo su Yugoslava Nostra. [...] No se apure, vamos a terminar muy pronto. Sí, la editorial espera, está informada de lo sucedido. ¿Cuándo empieza su próxima novela? Muy bien, eso es, un narrador no debe parar su impulso creativo por nada.

El final de la novela cierra la historia de manera redonda. Una historia dentro de otra. Una obra que, en partes, me recordó a El secuestro del señor presidente (2001) de Raúl López Camacho. Otro texto que, en otro momento, deberé compartir.


Saludos.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Homenaje a Luis Antonio García Reyes



Al Maestro García Reyes lo conocí en alguna reunión de TunAstral cuando todavía existía el foro-casa de Porfirio Díaz 216, entre Villa y Zapata, en la colonia Universidad, Toluca, Estado de México. Era la presentación de Blanca Aurora Mondragón y su Cotidiana (2000). En esa presentación, no recuerdo bien si antes o después del evento, el Maestro Roberto Fernández Iglesias me presentó al Maestro García Reyes: “Este niño estudia Letras”, dijo, con su inolvidable tono de voz. “Y Luis Antonio es poeta”, declaró. Ambos nos estrechamos la mano, pero hasta allí. No lo leí.

En aquella época estaba embelesado por Félix Suárez y su Mordedura del caimán (1984) y por Alberto Chimal y su Luna y 37 millones de libras (1990). Ambos libros, a mi juicio, los mejores que han escrito ambos autores hasta la fecha.

Luego, en 2010, mientras ayudaba a Eduardo Osorio a seleccionar fragmentos para colocar cintillos en los libros de los becarios del CTE, encontré Sur (1985), y guiado por el dibujo de su portada, creí que se trataba de algún texto sobre campesinos. Pero, después de recorrer algunas páginas, pude darme cuenta de que eran poemas cortos sobre animales y plantas. Pero hasta allí.

Luego, comencé a notar que la presencia del Maestro García Reyes se había vuelto recurrente en casi todos los eventos literarios del Valle de Toluca: en las lecturas del CTE, en las presentaciones de TunAstral, en los homenajes celebrados en la “Casa de las diligencias” de la UAEMex, en el extinto “Huacal de letras” de Metepec.

Precisamente, fue en ese foro la última vez que lo vi: en la presentación de Jorge Arzate Salgado y su recopilación de poemas editada por el FOEM. En aquella presentación, el Maestro García Reyes le comentó al otro bate: “No sabía que tú también tomas al mar como un tema en tu poesía. Yo también lo hago. Quizás no tan bien como tú.” Al escuchar dicho comentario, me intrigué. Hay pocos escritores toluqueños que abordan el mar (precisamente, porque queda lejos). ¿Por qué el Maestro García Reyes lo hacía? Ahora sé que la dupla mar / tierra firme constituye un elemento central en su poesía:

La tierra se duerme
En su cuerpo de piedra
A tu contagio de vieja marinera
Porque viniste por el mar
Aún hay algo nuestro en ti
De nuestros sueños

Cuando Juan Luis Nutte me invitó a participar en el homenaje al Maestro García Reyes, acepté sin dudarlo. Tenía curiosidad respecto a su obra, pero también tenía una deuda moral con su libro primigenio desde aquella vez que el Maestro Osorio me lo recomendó.



Según la Enciclopedia de la literatura en México, Luis Antonio García Reyes nació en Huixquilucan en 1945, cursó estudios en Antropología y Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), es miembro fundador de los grupos Al yunque y TunAstral así como Presidente de la Unión de Escritores Mexiquenses (UEM). Pertenece a la segunda generación de becarios del Centro Toluqueño de Escritores gracias a Sur (CTE, 1985), compendio de poemas breves que abordan su experiencia en los municipios ubicados al Sur del Estado de México: Malinalco, Tonatico, Texcaltitlán, Sultepec. Aunque Tejupilco quede un poco más al Oeste junto con Amatepec y Tlatlaya. Poemas que han sido presentados como muestra de “autenticidad temática, naturalidad rítmica… imágenes coloridas [al mismo tiempo que] nostálgicas”. (Álvarez Caballero, 2017)

En lo personal, algunos de esos poemas me hacen recordar los poemínimos de Francisco Paniagua Gurría en Cambio de luces (1984): existe el Sur, el campo, la provincia; pero también la ciudad, también de provincia, que irremediablemente nos remite a Toluca.

Desde mi perspectiva, “Por el camino”, la tercer parte del libro, se convierte en poetry road: la experiencia que vive el poeta en su viaje: poemas que parecen haikus en temática y estilo:

con el polvo
el camino se nos pierde
[...]
sólo el abismo
nos detiene

Flora y fauna conforman las imágenes del poema y, a los ojos de los no iniciados, sorprenden sus denominaciones de origen: cacaloxóchitl (cuervo en flor), güisache (acacia farnesiana), pinzón (ave de la familia Fringillidae), timbirichi (árbol cuyo nombre deriva del tarasco o purhépecha tumbiriche, de tumbire, “racimo”).

Palabras indígenas en boca de mestizos. Ojos mestizos que descubren la naturaleza que los rodea: girasoles, colorines, campánulas/ árboles, raíces, ramas/ montañas como jovencitas/ la luz del cielo como una niña límpida. Así, el paisaje se revela en toda su majestuosidad, y el poeta tiene que aprender a retratarlo:

Son los cerros
pizarras,
metales,
barro;
a lo lejos
verdor
reverberando
y sólo son:
lejanía,
cerros escalpados.

El poeta anda, y encuentra, también, a los humanos: “Adiós amigu”, le saludan; y así reconoce el tono típico, la modificación dialogal, de aquellas gentes. La misma gente que le invita mezcal y a disfrutar de sus fiestas: tecomateros danzando en el atrio de algún templo, o sobre la plaza cívica. Imágenes que yo, ahora, completo.

No sólo en Sur (1985) sino también en El dogma es la palabra (1962-2011) el poeta se acerca al mundo indígena y lo retrata:

Ahora golpeo conchas de tortuga
Y hay cascabeles que sangran
Para incendiar el ritual
Y claman claman
Hasta el silencio redondo de los espejos
En que te miras niña
Mujer y hermana
Hija del aire en que navego
Hasta ser voz y llamarada

El ritual se hace poema. El ritual de la palabra. Si el motto de TunAstral es "amor es la palabra; poesía la acción". El de la obra de García Reyes sería “el dogma es la palabra; poesía la religión”. Y estamos aquí para compartir el sacramento, no religioso sino poético.

Quiero cerrar mi participación leyendo “Si no sabes leer”, un texto que me pareció sublime, el cual es también una invitación para los neófitos:

Si no sabes leer
Sólo deja
Que las palabras
Lleven a tu oído
Su equipaje de imágenes;
Así no volverás a decir
“No sé leer.”
Y cual amoroso terco,
Cada vez intentaré
Acortar distancia...
Hasta que al fin
Sacudas este árbol...

Entonces harás caer
A tu alma
Voces y palabras
Como sazonadas manzanas
De sol, cualquier tarde.

Gracias.