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viernes, 9 de julio de 2021

@ Revista Hispanoamericana de Literatura No. 3



Comparto mi artículo titulado "La paradoja del japonismo mexicano" publicado en la Revista Hispanoamericana de Literatura No. 3, en el cual abordo las vicisitudes de esta corriente literaria poniendo el foco en tres autores mexicanos: José Juan Tablada, Octavio Paz y Aurelio Asiain, los tres (en mi opinión) escritores orientalistas que imaginaron Japón desde sus referencias estadounidenses y europeas.



La idea general del texto era retomar mi crítica a (las traducciones de) Octavio Paz que inició en mi artículo "Haiku: tradición poética de Japón" (2012), luego de releer las propias declaraciones del traductor japonés Hayashiya Eikichi respecto a la sobreinterpretación que realizó el mexicano al transliterar los poemas de Matsuo Bashō publicados en Oku no hosomichi (1694). Sin embargo, al realizar dicha empresa, me topé irremediablemente con las traducciones de José Juan Tablada, la crítica que realiza la japonesa Ota Seiko a sus traducciones, el libro de Julia Kushigian Orientalism in the Hispanic literary tradition (1991) y las Tesis del español Luis Manuel López-Gómez (la más reciente de año 2020). Obviamente, cito los trabajos previos de mi sensei Guillermo Quartucci y mi camarada Mario Bogarín.

El texto surgió como parte de un proyecto de investigación presentado a la Coordinación de la Maestría y Doctorado en Letras de la UNAM, a principios de este año (pero no fue aceptado) y se publica con fin de publicitar mi interés en el tema así como de salvaguardar mis derechos de autor.


Saludos.

lunes, 30 de diciembre de 2019

"Fisuras en el continente literario". Federico Vite.



En esta nouvelle Federico Vite nos cuenta la historia del Comandante Ojeda, policía judicial de la ciudad de Pachuca, Hidalgo, que escribe una novela (robando versos y frases completas a Fernando Pessoa y Gabriel García Márquez) sobre la vida de Nadia Polkon, una refugiada croata que sobrevive a la pérdida de su hijo en México; obra textual que, a su vez, es robada por Octavio Paz.

Ojeda necesita a un escritor que le ayude a terminar con su novela, ¿y quién mejor que el ganador del Premio Nobel para hacerlo? Por eso, manda a secuestralo, afuera de su departamento:

Del Fiat descendieron dos hombres y tomaron sus puestos en la entrada del edificio. Despúes de dos horas de guardia vieron salir a su presa: un hombre blanco, de barba no muy poblada y ojos azules. La víctima iba tras los tacones apresurados de una mujer delgada, morena, de baja estatura, quien encendió un Volkswagen rojo, el cual fue perseguido por el Fiat. [...] La muchacha que manejaba el Vocho se dio cuenta de que los perseguían, pero no hizo ningún comentario. [...] El Fiat arribó a Lerma ciento cuarenta y tres cinco minutos atrás del Vocho, pero se fue de largo varios metros adelante. Los jóvenes dejaron sus puestos y siguieron a la unidad móvil. Decidieron que en la próxima oportunidad perpetrarían el secuestro. [...] El Fiat era visible desde la ventana del departamento del poeta y Clara descubrió a uno de esos muchachos raros dialogando con el chofer del vehículo que los había seguido. Supuso, con soberbia propia de un empleado burocrático, que los chavos eran reporteros de sociales... [...] Sin lugar a dudas resultaba gracioso, para Clara, ver a los fulanos intentando pasar inadvertidos como si el cabello largo y los pantalones rotos no llamaran la atención. [...] El poeta revisaba con minuciosidad su correspondencia. Cartas con sellos de Afganistán, Yugoslavia, Japón, Inglaterra, Francia.

-¿A qué hora dijo la señora que llegaba?
-No dijo. Fue a ver a la Poniatowska. Creo que iban a comer juntas. Ya sabe cómo son.
-¿Me puede hacer un favor? [...] ¿Quiero ir a Garibaldi. Hace mucho que no veo a los mariachis.

Pero el capricho de Octavio Paz por escuchar "Un mundo raro", las trompetas, el bandolón y los ayayay esperaría. Porque los hombres a cargo del Comandante Ojeda lo tomarían desprevenido, y junto con su secretaria, se lo llevarían hasta Pachuca.

Leer los parlamentos del Maestro, en la novela, es algo alucinante. Sobre todo porque Vite logra retratar a la perfección el estilo y la personalidad del Nobel mexicano:

-¿Puede hablar?- preguntó el comandante.
-No es muy agradable estar así, pero le advierto que en este momento hasta el Presidente de la República debe estar buscándome.
-Mire, poeta, verá, no se trata de hacerle daño.
-La Comunidad Europea lo hundirá en la cárcel. Así como lo escucha, verdulero.
-El asunto por el que está aquí es [muy] sencillo, se trata de literatura.
-¿Literatura?
-Verá, estoy escribiendo una novela y creí que...
-Nunca voy a interceder porque la publiquen, ¿me oye?, nunca, ya sé de qué se trata, sinvergüenza.
-No. Verá, quiero que me ayude a escribir[la]...
-No tienes talento y el hecho de que me secuestres no significa lo contrario.

Pero el Comandante Ojeda no está dispuesto a aceptar una negativa:

-¡Cállese! Me va a ayudar a güevo. Voy a leer lo que llevo y de usted depende la vida de su vieja.

"La vieja" es Clara, secretaria del Nobel, quien termina por quedarse como rehén hasta que la novela finaliza. El mismo Nobel la ofrece, a cambio de su propia libertad:

-Propongo algo. Si me libera dejo en prenda a mi secretaria, Clara, eso garantiza que terminaremos la novela, sólo así podré trabajar.



Desde ese punto, Vite comienza a crear un retrato siniestro del Nobel mexicano: no sólo es mesquino y egoísta, convenenciero y ambicioso, sino que terminará por convertirse en plagiario.

-Aunque yo no haya escrito novelas... quiero darle unos consejos. Por ejemplo, es importante que vea cómo construyen las historias los guionistas de Los Simpsons. ¿Conoce Los Simpson?
-No.
-De lo que se pierde. Nos resumen a todo el planeta, son una maravilla...

La constante referencia a Los Simpsons (misma que es subrayada de manera burda en esta reseña por Sergio Ernesto Ríos) puede parecer algo sin correlación con la realidad. Sin embargo, el lector poco avisado se equivoca:



En un viaje que realicé a Cuba, en el año 2014, la revista de abordo de la aerolínea Interjet reproducía este artículo en donde, de una manera cándida, Marie José Tramini, viuda de Octavio Paz, compartía detalles de lo que había sido su vida en pareja. El autor del artículo, Víctor Núñez Jaime, resume de manera magistral aquellos hechos:

Marie José Paz –Mariyó, como la llamaba su marido– era una mujer casada con un diplomático francés cuando, en “un atardecer magnético” de 1962, conoció al autor de El laberinto de la soledad en el barrio de Sunder Nagar de Nueva Delhi. “Yo era muy joven para divorciarme y pronto me fui de India, sin despedirme de Octavio”. Pero el destino (“porque fue eso: el azar del destino”) haría que se reencontraran meses después en una calle de París. Marie José se divorció, se fue a India con Octavio (quien también se había divorciado de su primera esposa, la escritora mexicana Elena Garro), donde él seguía siendo embajador de México, y se casaron en 1964 bajo un frondoso nim lleno de ardillas.

Entre ambos se consolidó una historia “muy literaria”, regida por la fatalidad de la atracción y la libertad de la elección. Cuando la pareja se instaló en un piso del Paseo de la Reforma, en México DF, sus días transcurrían entre la escritura, decenas de viajes, el cuidado de un invernadero y de algunos gatos. A primera hora, Marie-Jo leía los periódicos y seleccionaba lo que pudiera interesarle a su marido. Desayunaban juntos y luego él se metía a su estudio para escribir “sin interrupciones”. Por la tarde iban al mercado, al tenis (“solo jugaba yo. Pero Octavio me acompañaba, el pobre”), al cine, a una cena o se quedaban en casa viendo la tele (“¿sabe que a Octavio le encantaban Los Simpson?”).

¿No les hicieron falta hijos? “Pensamos en tenerlos, pero yo necesitaba una operación que nunca quise hacerme. No obstante, ahora que veo a Salma Hayek y a tantas otras tener su primer hijo a los 40, digo: ‘Me la hubiera hecho’. Pero nuestro amor fue tanto que parecía que no necesitábamos hijos. ¡Teníamos tanto que hacer, tanto que compartir!”.

La noche del 21 de diciembre de 1996, un cortocircuito provocó un incendio en su piso. “Cuando llegaron los bomberos, subí y vi cómo se habían quemado varios libros, muchos recuerdos que teníamos de India, de Afganistán… un mueblecito donde Octavio tenía las primeras ediciones de sus libros. Estuvo bien que hubiera sido yo la que vio eso, para que él no tuviera la sensación de infierno”.

Federico Vite toma, no sólo la anécdota del gusto por Los Simpsons, sino también la del incendio, como material para su novela:

Don Octavio salió ileso del incendio que destruyó su departamento en la calle de Río Lerma. El fuego arrasó con diversos objetos de arte, entre ellos el manuscrito de su nuevo libro.

"Su nuevo libro", por supuesto, es la novela del Comandante Ojeda la cual ya ha sido rebautizada por el Nobel mexicano de Yugoslava Nostra a El hijo de la yugoslava. Así se lo hace saber al Comandante:

-Sí, Ojeda, su libro se quemó. No fue culpa mía. Yo hubiera querido estar ahí para salvar algunos objetos muy valiosos para mí. No se apure, Clarita y yo estamos rescribiendo su Yugoslava Nostra. [...] No se apure, vamos a terminar muy pronto. Sí, la editorial espera, está informada de lo sucedido. ¿Cuándo empieza su próxima novela? Muy bien, eso es, un narrador no debe parar su impulso creativo por nada.

El final de la novela cierra la historia de manera redonda. Una historia dentro de otra. Una obra que, en partes, me recordó a El secuestro del señor presidente (2001) de Raúl López Camacho. Otro texto que, en otro momento, deberé compartir.


Saludos.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Alberto Chimal critica los plagios de Octavio Paz



El día de hoy, desde el portal Medium en español, el escritor de origen toluqueño Alberto Chimal, realiza un perfil psicológico muy perspicaz del plagiador, esa persona que copia descaradamente los textos de los otros, haciéndolos pasar como suyos.

El pensamiento del plagiario común es muy llamativo: hay algo en él que colinda con la sociopatía. Sus rasgos más notables son la alevosía y la arrogancia. El plagiario toma texto escrito por alguien más y simplemente intenta hacerlo pasar por suyo. No hay ninguna intención de modificar el texto ajeno, de plantear una relación intertextual con él ni de ninguna otra propuesta conceptual o artística. De lo que se trata es de borrar la existencia del texto previo y de quien lo haya creado... El texto y la persona son meramente las fuentes del contenido que otro firmará y explotará. Una vez que han cumplido esta función no tienen otra y pueden ser olvidados sin dificultad.

[...]

Lograrlo a expensas de[l] otro da, acaso, una sensación de poder: de ser el “león” que “se alimenta de corderos”, como escribió Octavio Paz, con un descaro que para muchos sigue siendo admirable... “El plagiado ya no existe”, parecen decirse a sí mismos. “Mi gloria lo borra”.

Cuando esos leones altaneros y poderosos son descubiertos, y denunciados, su reacción es siempre la misma: menospreciar el suceso, o bien descalificar al plagiado llamándolo “resentido” o “trepador”: acusarlo de querer aprovecharse de la fama de su plagiario.

La anécdota sobre el plagio de Octavio Paz fue recuperada por el semanario Proceso, el 6 de noviembre de 2006, en un artículo que a la letra dice:

Emmanuel Carballo en “México en la Cultura” [afirmó] que Octavio Paz “había hecho suyas ideas de Samuel Ramos y Salazar Mallén” para El Laberinto de la Soledad. Lleno de ira Paz salió al paso con una frase demoledora:

“Uno de los artículos de Salazar Mallén que nadie recuerda y un libro de Samuel Ramos que todo mundo conoce, son mis fuentes secretas. De paso, no estoy en contra del plagio cuando la víctima desaparece. Ya se sabe que el león se alimenta de corderos.”

Salazar Mallén trató de defenderse con cierto humor y recordó que el propio Ramos le había dedicado “El perfil del hombre” y “La cultura en México”, así:

“Para el amigo y compañero Rubén Salazar Mallén, descubridor del 'complejo de La Malinche'”

Esa no fue la última vez que Octavio Paz tomó textos e ideas de otras personas y las presentó como suyas. Desde hace tiempo, he señalado que el escritor mexicano presentó como suyas las traducciones de poemas de Matsuo Basho realizadas por Eikichi Hayashiya, a las cuales, tal como explico en este artículo publicado en la revista La Colmena, todavía se dio el lujo de hacerles modificaciones tanto en su métrica como en su poética.

Esto es más claro en el caso de Oku no hosomichi ("Senderos hacia lo profundo") a quien Paz rebautizó como "Sendas de Oku", sin darse cuenta de que "oku" no era el nombre de un lugar sino un sustantivo proveniente del pensamiento Zen: "profundidad", "centro", "corazón", "escencia", "núcleo".



Hasta el día de hoy, me sigo preguntando cómo fue posible que editores y lectores del mundo hispanohablante aceptaran como fidedigna la traducción de un documento en japonés realizada por un escritor que no dominaba el idioma.

Tenía razón Roberto Bolaño: los intelectuales mexicanos devenidos en burócratas culturales pierden el juicio, y son presas de su ego y su soberbia.


Saludos.

sábado, 15 de noviembre de 2014

"Octavio Paz no conoció la realidad japonesa". Aurelio Asiain.



El día de hoy, como parte de la gira de presentaciones del libro Japón en Octavio Paz, el escritor mexicano Aurelio Asiain realizó las siguientes declaraciones respecto al Nobel de Literatura recuperadas por El Informador:

El escritor mexicano Octavio Paz (1914-1998) nunca se ocupó de Japón, no viajó fuera de Tokio más que a Karuizawa, un pueblo afrancesado, nunca habló japonés, leyó a autores nipones pero en inglés, y nunca conoció la realidad japonesa, aseguró anoche el escritor Aurelio Asiain.

[...]

Acompañado de Toru Shimizu, ministro de la Embajada de Japón en México, Asiain reiteró que Octavio Paz "no se ocupó de Japón mayormente" cuando estuvo como diplomático en esa nación asiática.

Indicó que tradujo más a autores japoneses que ingleses o italianos y en su carrera como autor el único libro completo que tradujo fue "Sendas de Oku", en colaboración con Eikichi Hayashiya.

Aurelio Asiain se desempeñó como agregado cultural de la Embajada de México entre 2002 y 2007, años en que ingresó como profesor a la Universidad de Kansai Gaidai de Osaka.


Saludos.

domingo, 10 de agosto de 2014

Roberto Bolaño sobre "el intelectual mexicano"


http://www.facebook.com/MemeLiterario/photos/a.252629268199698.60302.252598331536125/440553966073893/

Desde "La parte de los críticos", primer libro de su novela 2666 (2004):
La relación con el poder de los intelectuales mexicanos viene de lejos. No digo que todos sean así. Hay excepciones notables. Tampoco digo que los que se entregan lo hagan de mala fe. Ni siquiera que esa entrega sea una entrega en toda regla. Digamos que solo es un empleo. Pero es un empleo con el Estado. En Europa los intelectuales trabajan en editoriales o en la prensa o los mantienen sus mujeres o sus padres tienen buena posición y les dan una mensualidad o son obreros y delincuentes y viven honestamente de sus trabajos. En México, y puede que el ejemplo sea extensible a toda Latinoamérica, salvo Argentina, los intelectuales trabajan para el Estado. Esto era así con el PRI y sigue siendo así con el PAN. El intelectual, por su parte, puede ser un fervoroso defensor del Estado o un crítico del Estado. Al Estado no le importa. El Estado lo alimenta y lo observa en silencio. Con su enorme cohorte de escritores más bien inútiles, el Estado hace algo. ¿Qué? Exorcisa demonios, cambia o al menos intenta influir en el tiempo mexicano. Añade capas de cal a un hoyo que nadie sabe si existe o no existe. Por supuesto, esto no es siempre así. Un intelectual puede trabajar en la universidad o, mejor, irse a trabajar a una universidad norteamericana, cuyos departamentos de literatura son tan malos como los de las universidades mexicanas, pero esto no lo pone a salvo de recibir una llamada telefónica a altas horas de la noche y que alguien que habla en nombre del Estado le ofrezca un trabajo mejor, un empleo mejor remunerado, algo que el intelectual cree que se merece, y los intelectuales siempre creen que se merecen algo más. Esta mecánica, de alguna manera, desoreja a los escritores mexicanos. Los vuelve locos. Algunos por ejemplo, se ponen a traducir poesía japonesa sin saber japonés y otros, ya de plano, se dedican a la bebida.

De ese tema, ya he escrito, yo también, en La Colmena.


Saludos.

martes, 7 de agosto de 2012

"Octavio Paz no sabía idioma japonés". Aurelio Asiain.


http://twitter.com/literaturainba/status/232906479986937856

El día de hoy, la cuenta de la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes publicó la declaración del escritor mexicano Aurelio Asiain que, publicitando su libro Japón en Octavio Paz, se ha encargado de subrayar que el Nobel de Literatura ni sabía idioma japonés ni tradujo Oku no hosomichi al español.

El twit cayó con agrado entre la comunidad de japonólogos a la que pertenezco, ya que es la primera declaración de un escritor consagrado que contradice la idea (absurda) de que Octavio Paz tradujo (realmente) del idioma japonés.


Saludos.

viernes, 18 de mayo de 2012

@ La Colmena No. 73

http://www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena_73/Aguijon/Haiku.pdf

Agradezco de todo corazón al Mtro. Juan Carlos Carmona Sandoval, editor de La Colmena, por la invitación a escribir sobre poesía japonesa.


Saludos.