Sesión virtual de la asignatura "Literatura" del Bachillerato presencial de la UAEMex.
Saludos.
El debate sobre el "manga dañino" en Japón, en la década de 1990, concluyó que el manga, independientemente de sus contenidos o de los dibujos que puede presentar, no causa daño a las personas en su proceso de producción y no causa daño demostrable a las personas en su distribución y consumo. Por el contrario, la literatura académica sobre el rorikon sugiere que podría ser bueno para algunas personas. (en McLelland, 2016, pág. 114. La traducción es mía.)
Para la socióloga y feminista japonesa Chizuko Ueno, los discursos simbólicos que conformaron el rorikon como imaginario evidencian la necesidad emocional de los otaku por seguir siendo niños, por no formar parte de la sociedad adulta, y por apuntalar diferentes aspectos emocionales de sus personas.
Por todo ello, es importante señalar que los discursos visuales presentes en los rorikon manga tienen una funcionalidad que va más allá de lo sexual, y se conecta profundamente con las estructuras que conforman la identidad sociocultural y psicológica de los consumidores de este tipo de productos.
Siguiendo a Pablo Fernández Christlieb (1994), el rorikon manga responde a las necesidades afectivas tanto de dibujantes como de consumidores al proveerles amortiguación emocional sin el menor riesgo de peligro, y satisfacer el deseo de encontrar un objeto sexual suave, maleable, débil, estrujable.
Podría argumentarse que este tipo de deseos responden a fantasías sádico-masoquistas propias de la sexualidad masculina. Pero debe recordarse que el hecho de que las mujeres japonesas también han participado en este círculo de producción y de consumo, demuestra una prevalencia de las necesidades emocionales sobre las sexuales.
En la preparatoria batallaba mucho para poner atención a las clases, mientras el profesor explicaba, yo escribía intentos de poemas en mi libreta. El chavo que se sentaba atrás de mí siempre me espiaba. Un día me pidió hacerle el favor de escribir un poema para su novia. Me indigné, dije que no, que cómo, si mis poemas salían de mi inspiración. Me ofreció 30 pesos. Quedamos en que se lo traería al día siguiente.
Un maestro de la facultad nos dijo que un poeta debe estar alerta a los “hallazgos poéticos”. 24 horas antes de que me avisaran que había ganado una buena cantidad de dinero por haber escrito unos poemas, yo contaba solo con 50 centavos y debía casi un año de renta. Estaba desesperada en el patio de mi apartamento aplastando latas vacías de cerveza para ir a venderlas al señor que compraba aluminio.
Tiempo después escribí:
Días de tallar
mis calzones en la regadera.
Días de frijoles y tortillas viejas.
Días de disfrazar
la pobreza con bolsas de basura negra.
Vaciar, saltar, aplastar.
14 pesos por el kilo de latas.
10 kilos, amor, y ya teníamos
atún y cerveza en la mesa.
En 1997, papá era obrero y hacía turnos dobles en una fábrica de Apodaca para pagar la casa de INFONAVIT en la que vivíamos. Mamá horneaba pays de queso y empanadas de cajeta y piña. Durante las tardes salía a venderlas, las llevaba en una vasija cubierta con una servilleta de tela. Gritaba casa por casa: ¡Compra pay de queso! Señora, ¿no compra pay de queso?
[...]
Pedir fiado era una de las cosas que más me avergonzaba de chiquilla. Me angustiaba ir a la tienda con el cartoncito repleto de números, ya sin espacio para anotar más. Un medio kilo de huevo, un litro de leche Lala, un Kool-Aid y medio kilo de azúcar. Me los anota, por favor, don Pipe. Se los voy a anotar, Lilí, pero dile a tu mamá que sólo le voy a fiar hasta el viernes, tiene que liquidar primero este cartón.
A los 21 años volví a huir, luego de aceptar que no importaba si lo deseaba con mucha fuerza: papá no iba a amanecer muerto por una congestión alcohólica ni nada ni nadie iba a convencer a mi madre de divorciarse de él.
Me fui triunfante. ¡Ahí se ven, pendejos! El respeto me lo había arrancado con una navaja con la que me cortaba, asfixié al respeto con un cable amarrado al cuello, me bebí al respeto mezclado con una caja de medicamentos que me dejó [tirada] en un manicomio.
Quiero vivirlo todo
todo quiero vivir
menos la verga
atorada en mi garganta
la náusea
la suciedad
de vivirlo todo
menos el secuestro
venderme
en una calle de Chihuahua
o de EUA
[...]
Una chica llamada Gloria desapareció
el año pasado en Nuevo León.
Tiene un tatuaje en la muñeca izquierda
que dice: My life
otro en la derecha: My luck.
Una flor y un diamante para mostrar
que su vida brillaba y florecía.
[...]
Imagino a su papá a mitad de la noche
despertando de una pesadilla
donde su hija es penetrada por un hombre
que le apunta al pecho y dice:
Voy a deformar todos tus tatuajes, hermosa nenita.
Mi estúpido tatuaje, piensas,
es haber nacido mujer...
soy un gorrión completamente jodido
soy un puto gorrión pagando por tener alas.
Algunas heredamos el color de la noche
en el cabello
la sombra imponente de quien fue
nuestro padre
el llanto al final de la habitación
donde mamá sollozaba
por la ausencia
de su propia madre.
Algunos heredamos el rostro del sueño
un lugar en el contorno de la oreja
izquierda,
el sonido de la risa
cuando estaba alcoholizado el abuelo.
Pero otras
heredamos el deseo
de golpear la cabeza contra la pared
nacimos con una navaja entre los labios
para pronunciar
palabras que desgarran.
Otras, quiero decir, algunas
heredamos un pincel
para pintar la depresión
de nuestra familia.
Cuando quiero decir otras
en realidad quiero decir
yo.
Mi asco fortalece la náusea
de los hombres del norte.
Polvo femenino
que pavimenta las calles
donde crecerán las flores
sin maquillaje.
Distante
dolor disperso
un parto enmedio del tráfico
no significa nada.
Voy a roer tu corazón
y tan pronto como nazca
esa niña
le pondremos senos
y uñas postizas.
En el tráfico de órganos
lo más rentable es la piel.