viernes, 27 de marzo de 2020

"Figuras retóricas"

 

Sesión virtual de la asignatura "Literatura" del Bachillerato presencial de la UAEMex.


Saludos.

jueves, 26 de marzo de 2020

"Introducción a la poesía"

 

Sesión virtual de la asignatura "Literatura" del Bachillerato presencial de la UAEMex.


Saludos.

lunes, 23 de marzo de 2020

@ Asiadémica No. 15


Muchos años después, y gracias al apoyo y la información recibida por parte de los miembros de la Red Iberoamericana de Investigadores en Anime y Manga, me atreví a retomar mi tema de investigación (el rorikon manga) y mi borrador de Tesis (rechazado por la Junta de Profesores de El Colegio de México A.C.) para darle forma de artículo académico, y poder compartir, así, mis hallazgos con el mundo.



La lectura de The End of Cool Japan (2016), y mis conversaciones con Patrick W. Galbraith (a través de Academia.edu) fustigaron en mí las ganas de publicar una parte de mi reporte de investigación. Pese a que es estadounidense, la óptica de Patrick W. Galbraith no difiere mucho de la mía:

El debate sobre el "manga dañino" en Japón, en la década de 1990, concluyó que el manga, independientemente de sus contenidos o de los dibujos que puede presentar, no causa daño a las personas en su proceso de producción y no causa daño demostrable a las personas en su distribución y consumo. Por el contrario, la literatura académica sobre el rorikon sugiere que podría ser bueno para algunas personas. (en McLelland, 2016, pág. 114. La traducción es mía.)

Varios de esos trabajos académicos se apoyan en estadísticas (más que en opiniones) para demostrar que, en realidad, el consumo de rorikon manga puede funcionar como un vehículo de sublimación sexual.

[De hecho, un nuevo reporte médico va más allá al señalar que la prevalencia en el consumo de pornografía infantil no se da sólo por obtener una gratificación sexual sino por evitar el "dolor emocional" de los usuarios.]

El rorikon, por supuesto, es un discurso pedófilo: muestra las fantasías de todo aquel que se siente atraído por lxs niñxs (o, en este caso, por sus representaciones). Pero, a diferencia de la pornografía infantil, el rorikon conlleva una serie de imágenes simbólicas que apelan a los otaku, en especial, a aquellos que forman parte de las convenciones de aficionados como la Comiket.


Ilustración creada por Azuma Hideo para el catálogo de la Comiket 19 (1981).

Tal como señalo en mi artículo, Azuma Hideo, Uchiyama Aki y Hirukogami Ken dieron forma a la estética rorikon, y debe ser a través de ellos (y sus obras) como se debe establecer una crítica a este tipo de fantasías.

La lógica prohibicionista que ha imperado en Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Rusia, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña sólo demuestra un completo desprecio por la cultura otaku y sus discursos.

Por ello mismo, tal como señalo en el abstract de mi artículo, mientras se siga considerando al rorikon manga como “pornografía infantil”, las estrategias de internacionalización emprendidas por los gobiernos japoneses terminarán fracasando.



Naoki Inose, Gobernador de Tokyo, muestra páginas seleccionadas de Okusama wa Shougakusei ("Mi esposa es una estudiante de primaria") de Seiji Matsuyama en un programa de BS Fuji (2010).

Por supuesto, la directriz del debate que planteo va más allá de aceptar (o rechazar) la prohibición o la censura. Es entender qué aspectos emocionales se ponen en juego en la producción y consumo de este tipo de narrativas. La prevalencia de las necesidades emocionales sobre las sexuales es, precisamente, la línea de pensamiento que sigo en mi artículo hasta el final:

Para la socióloga y feminista japonesa Chizuko Ueno, los discursos simbólicos que conformaron el rorikon como imaginario evidencian la necesidad emocional de los otaku por seguir siendo niños, por no formar parte de la sociedad adulta, y por apuntalar diferentes aspectos emocionales de sus personas.

Por todo ello, es importante señalar que los discursos visuales presentes en los rorikon manga tienen una funcionalidad que va más allá de lo sexual, y se conecta profundamente con las estructuras que conforman la identidad sociocultural y psicológica de los consumidores de este tipo de productos.

Siguiendo a Pablo Fernández Christlieb (1994), el rorikon manga responde a las necesidades afectivas tanto de dibujantes como de consumidores al proveerles amortiguación emocional sin el menor riesgo de peligro, y satisfacer el deseo de encontrar un objeto sexual suave, maleable, débil, estrujable.

Podría argumentarse que este tipo de deseos responden a fantasías sádico-masoquistas propias de la sexualidad masculina. Pero debe recordarse que el hecho de que las mujeres japonesas también han participado en este círculo de producción y de consumo, demuestra una prevalencia de las necesidades emocionales sobre las sexuales.

Es una lástima que las instituciones que deberían promover (y financiar) este tipo de investigaciones prefieran cerrar los ojos ante una realidad cada vez más cruda. Agradezco a todo el equipo de Asiadémica por la apertura.


Saludos.

domingo, 8 de marzo de 2020

Iveth Luna Flores: una crack disfrazada de poeta



A Iveth Luna Flores la descubrí por culpa de Ángel Ortuño, el nuevo aliade de la poesía mexicana: compartió un enlace a sus poemas en su muro de FaceBook, y me enganché. Los textos breves (numerados) llenaban el ambiente de un aire a nostalgia cotidiana (un poco rancia) hasta que llegué a la primera revelación confesional:

En la preparatoria batallaba mucho para poner atención a las clases, mientras el profesor explicaba, yo escribía intentos de poemas en mi libreta. El chavo que se sentaba atrás de mí siempre me espiaba. Un día me pidió hacerle el favor de escribir un poema para su novia. Me indigné, dije que no, que cómo, si mis poemas salían de mi inspiración. Me ofreció 30 pesos. Quedamos en que se lo traería al día siguiente.

Reí. Sin duda, la poeta necesitaba el dinero. Seguí leyendo.

Un maestro de la facultad nos dijo que un poeta debe estar alerta a los “hallazgos poéticos”. 24 horas antes de que me avisaran que había ganado una buena cantidad de dinero por haber escrito unos poemas, yo contaba solo con 50 centavos y debía casi un año de renta. Estaba desesperada en el patio de mi apartamento aplastando latas vacías de cerveza para ir a venderlas al señor que compraba aluminio.

Me puse serio. Yo también recolectaba latas de alumnio para venderlas por kilo.

Tiempo después escribí:

Días de tallar
mis calzones en la regadera.
Días de frijoles y tortillas viejas.
Días de disfrazar
la pobreza con bolsas de basura negra.
Vaciar, saltar, aplastar.
14 pesos por el kilo de latas.
10 kilos, amor, y ya teníamos
atún y cerveza en la mesa.

Me deleité. Había leído varias mujeres poetas, y había leído poesía confesional: desde Virgina Wolf, pasando por Anne Sexton, Alejandra Pizarnik y Margo Glantz, hasta Cecilia Juárez. Pero, de entre ellas, nunca había leído a alguien que abordara de esa manera la pobreza: no como una maldición (un caer en desgracia) sino como una condición completamente natural (completamente cotidiana).

En 1997, papá era obrero y hacía turnos dobles en una fábrica de Apodaca para pagar la casa de INFONAVIT en la que vivíamos. Mamá horneaba pays de queso y empanadas de cajeta y piña. Durante las tardes salía a venderlas, las llevaba en una vasija cubierta con una servilleta de tela. Gritaba casa por casa: ¡Compra pay de queso! Señora, ¿no compra pay de queso?

[...]

Pedir fiado era una de las cosas que más me avergonzaba de chiquilla. Me angustiaba ir a la tienda con el cartoncito repleto de números, ya sin espacio para anotar más. Un medio kilo de huevo, un litro de leche Lala, un Kool-Aid y medio kilo de azúcar. Me los anota, por favor, don Pipe. Se los voy a anotar, Lilí, pero dile a tu mamá que sólo le voy a fiar hasta el viernes, tiene que liquidar primero este cartón.

Revisé su ficha autoral y volví a sonreir: "Iveth Luna Flores (Nuevo León, 1988). Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León." De nuevo, el Norte. Pero no el Norte que tratan de vender los medios de comunicación y el Tecnológico de Monterrey, sino ese Norte pobre, más pobre quizás que el Sur o el Centro de México, precisamente porque la pobreza convive cotidianamente con la infinita opulencia:


Desde mi locus interno, sabía perfectamente que ese tipo de pobreza traería otros problemas (y así fue): violencia doméstica, deserción escolar, pandillerismo, embarazo adolescente: la receta perfecta para la marginación social (y para perpetuar asimismo el ciclo de la pobreza).

A diferencia de su amiga Mary (mamá a los 13 años), Iveth logra entrar a Prepa 1, y, por fin, vislumbra un futuro medianamente digno: entrar a la universidad, huir de casa, irse a vivir con su pareja. De esa manera, la poeta lo confiesa:

A los 21 años volví a huir, luego de aceptar que no importaba si lo deseaba con mucha fuerza: papá no iba a amanecer muerto por una congestión alcohólica ni nada ni nadie iba a convencer a mi madre de divorciarse de él.

Me fui triunfante. ¡Ahí se ven, pendejos! El respeto me lo había arrancado con una navaja con la que me cortaba, asfixié al respeto con un cable amarrado al cuello, me bebí al respeto mezclado con una caja de medicamentos que me dejó [tirada] en un manicomio.

La poeta, por fin, entra en la locura, tema central de su primer libro Comunidad terapéutica (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2016), ganador del Premio Nacional de Poesía Joven "Francisco Cervantes Vidal".



A esas alturas, comencé a googlear más sobre su trabajo, pero no fue sino hasta que me topé con el video de arriba cuando me decidí por adquirir su libro:



Lo que encontré entre sus páginas no se compara con nada de lo que hubiera leído de ella en Internet: no sólo la locura sino el dolor: el dolor de saberse mujer, vulnerada, vejada, desprotegida:

Quiero vivirlo todo
todo quiero vivir
menos la verga
atorada en mi garganta
la náusea
la suciedad
de vivirlo todo
menos el secuestro
venderme
en una calle de Chihuahua
o de EUA

[...]

Una chica llamada Gloria desapareció
el año pasado en Nuevo León.
Tiene un tatuaje en la muñeca izquierda
que dice: My life
otro en la derecha: My luck.
Una flor y un diamante para mostrar
que su vida brillaba y florecía.

[...]

Imagino a su papá a mitad de la noche
despertando de una pesadilla
donde su hija es penetrada por un hombre
que le apunta al pecho y dice:
Voy a deformar todos tus tatuajes, hermosa nenita.

Brutalidad feminicida a consecuencia de aquella pobreza, de la marginalidad social, de aquellos arrebatos de locura, donde las mujeres jóvenes son la carne de cañón en una guerra declarada, practicamente, desde su nacimiento:

Mi estúpido tatuaje, piensas,
es haber nacido mujer...
soy un gorrión completamente jodido
soy un puto gorrión pagando por tener alas
.



Al adentrarse en el libro de Iveth Luna, aparecen (de nuevo) las confesiones: pero, esta vez, no de pobreza; sino de las deficiencias en la transmición psicogenética:

Algunas heredamos el color de la noche
en el cabello
la sombra imponente de quien fue
nuestro padre
el llanto al final de la habitación
donde mamá sollozaba
por la ausencia
de su propia madre.

Algunos heredamos el rostro del sueño
un lugar en el contorno de la oreja
izquierda,
el sonido de la risa
cuando estaba alcoholizado el abuelo.

Pero otras
heredamos el deseo
de golpear la cabeza contra la pared
nacimos con una navaja entre los labios
para pronunciar
palabras que desgarran.

Otras, quiero decir, algunas
heredamos un pincel
para pintar la depresión
de nuestra familia.

Cuando quiero decir otras
en realidad quiero decir
yo.

Poco a poco, la escritura de Iveth Flores se vuelve más intimista, y se convierte en la vía para sanar, para nombrar el dolor, para recuperar la rabia de vivir en una sociedad machista que cosifica a las mujeres:

Mi asco fortalece la náusea
de los hombres del norte.

Polvo femenino
que pavimenta las calles
donde crecerán las flores
sin maquillaje.

Distante
dolor disperso
un parto enmedio del tráfico
no significa nada.

Voy a roer tu corazón
y tan pronto como nazca
esa niña
le pondremos senos
y uñas postizas.

Así, la poeta nos presenta imágenes nunca antes vistas: cuchillos manchados con hormonas femeninas, abortos de niños que venían de pie con el pene erecto, tampones usados que obstruyen la tubería... De leerla, me dan ganas de escribir.

"El mundo pertenece a los rabiosos", determina, y es cierto. La rabia de no ser quien nos habían prometido. La rabia de no ser quienes queríamos ser.

Tal como esta crack concluye en otro poema:

En el tráfico de órganos
lo más rentable es la piel.

Saludos.