lunes, 23 de marzo de 2020

@ Asiadémica No. 15


Muchos años después, y gracias al apoyo y la información recibida por parte de los miembros de la Red Iberoamericana de Investigadores en Anime y Manga, me atreví a retomar mi tema de investigación (el rorikon manga) y mi borrador de Tesis (rechazado por la Junta de Profesores de El Colegio de México A.C.) para darle forma de artículo académico, y poder compartir, así, mis hallazgos con el mundo.



La lectura de The End of Cool Japan (2016), y mis conversaciones con Patrick W. Galbraith (a través de Academia.edu) fustigaron en mí las ganas de publicar una parte de mi reporte de investigación. Pese a que es estadounidense, la óptica de Patrick W. Galbraith no difiere mucho de la mía:

El debate sobre el "manga dañino" en Japón, en la década de 1990, concluyó que el manga, independientemente de sus contenidos o de los dibujos que puede presentar, no causa daño a las personas en su proceso de producción y no causa daño demostrable a las personas en su distribución y consumo. Por el contrario, la literatura académica sobre el rorikon sugiere que podría ser bueno para algunas personas. (en McLelland, 2016, pág. 114. La traducción es mía.)

Varios de esos trabajos académicos se apoyan en estadísticas (más que en opiniones) para demostrar que, en realidad, el consumo de rorikon manga puede funcionar como un vehículo de sublimación sexual.

[De hecho, un nuevo reporte médico va más allá al señalar que la prevalencia en el consumo de pornografía infantil no se da sólo por obtener una gratificación sexual sino por evitar el "dolor emocional" de los usuarios.]

El rorikon, por supuesto, es un discurso pedófilo: muestra las fantasías de todo aquel que se siente atraído por lxs niñxs (o, en este caso, por sus representaciones). Pero, a diferencia de la pornografía infantil, el rorikon conlleva una serie de imágenes simbólicas que apelan a los otaku, en especial, a aquellos que forman parte de las convenciones de aficionados como la Comiket.


Ilustración creada por Azuma Hideo para el catálogo de la Comiket 19 (1981).

Tal como señalo en mi artículo, Azuma Hideo, Uchiyama Aki y Hirukogami Ken dieron forma a la estética rorikon, y debe ser a través de ellos (y sus obras) como se debe establecer una crítica a este tipo de fantasías.

La lógica prohibicionista que ha imperado en Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Rusia, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña sólo demuestra un completo desprecio por la cultura otaku y sus discursos.

Por ello mismo, tal como señalo en el abstract de mi artículo, mientras se siga considerando al rorikon manga como “pornografía infantil”, las estrategias de internacionalización emprendidas por los gobiernos japoneses terminarán fracasando.



Naoki Inose, Gobernador de Tokyo, muestra páginas seleccionadas de Okusama wa Shougakusei ("Mi esposa es una estudiante de primaria") de Seiji Matsuyama en un programa de BS Fuji (2010).

Por supuesto, la directriz del debate que planteo va más allá de aceptar (o rechazar) la prohibición o la censura. Es entender qué aspectos emocionales se ponen en juego en la producción y consumo de este tipo de narrativas. La prevalencia de las necesidades emocionales sobre las sexuales es, precisamente, la línea de pensamiento que sigo en mi artículo hasta el final:

Para la socióloga y feminista japonesa Chizuko Ueno, los discursos simbólicos que conformaron el rorikon como imaginario evidencian la necesidad emocional de los otaku por seguir siendo niños, por no formar parte de la sociedad adulta, y por apuntalar diferentes aspectos emocionales de sus personas.

Por todo ello, es importante señalar que los discursos visuales presentes en los rorikon manga tienen una funcionalidad que va más allá de lo sexual, y se conecta profundamente con las estructuras que conforman la identidad sociocultural y psicológica de los consumidores de este tipo de productos.

Siguiendo a Pablo Fernández Christlieb (1994), el rorikon manga responde a las necesidades afectivas tanto de dibujantes como de consumidores al proveerles amortiguación emocional sin el menor riesgo de peligro, y satisfacer el deseo de encontrar un objeto sexual suave, maleable, débil, estrujable.

Podría argumentarse que este tipo de deseos responden a fantasías sádico-masoquistas propias de la sexualidad masculina. Pero debe recordarse que el hecho de que las mujeres japonesas también han participado en este círculo de producción y de consumo, demuestra una prevalencia de las necesidades emocionales sobre las sexuales.

Es una lástima que las instituciones que deberían promover (y financiar) este tipo de investigaciones prefieran cerrar los ojos ante una realidad cada vez más cruda. Agradezco a todo el equipo de Asiadémica por la apertura.


Saludos.

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