lunes, 8 de julio de 2013

Cecilia Juárez: "No te desanimes, mátate"


Leer a Cecilia Juárez siempre es un placer. Más allá de tenernos cariño por haber compartido ideas y aula, a lo largo de cinco largos años, en la Facultad de Humanidades de la UAEMex, nos congratulamos de ser de los pocos egresados de la Licenciatura en Letras Latinoamericanas que seguimos escribiendo y publicando.

Cecilia es, para mí, la mejor poeta de mi generación. Desde los tiempos en que realizábamos "cafés literarios" en casa de sus padres, me di cuenta de su calidad, de su retórica y de esa voz poética tan fuerte, casi agresiva, que ha quedado plasmada en su primer poemario Muerte para el coño dorado de Lavernia (2006) y en el más reciente No te desanimes, mátate (2013).

El poema que da título a su último libro, más allá de ser controversial, más allá de ser catártico, más allá de ser un grito de hartazgo, un alardido, demuestra, una vez más, que la poesia es o no es.

Personalmente, nunca había leído 50 versos tan desgarradores, y a la vez, tan apasionantes. Lo que desgarra no puede apasionar, ¿o sí? En la poesía, todo es posible.

Me pongo harta todos los martes.
Cuelgo mis vísceras sobre un bastón y ahuyento
a las moscas.
Luzco salvaje. Y harta.

Cuelgo los ojos en un aparador, por donde pasan
mandatarios y lechones y gente que cayó en ruina

[...]

Los odio a todos.

Escupo.
Con todas las fuerzas de mi materia bruta, escupo.

Grito dentro de frascos que tiro
en las puertas de los sanatorios.

Meo delante de las cámaras.
Me cago en las catedrales y con esa mierda
asalto a las palomas.

Muerdo a la gente.

Recorro los pasillos de colegios
donde todos parecen hechos con papel lustre
y le meto por el culo una banca
a quienes se apelliden con la letra A.

El manejo de la violencia poética es sublime. Más sublime es dibujar una Toluca con apenas tres referencias: hospitales, catedrales y colegios. Verdaderamente, sublime.

El resto de los poemas que conforman esta edición, retratan la búsqueda existencial de la poeta, a través del dolor, hacia sí misma. A través de un contínuo juego de espejos. Destronando los sueños infantiles: no hay libertad, no hay amor, no hay heroísmo.

Siempre he dormido con cadenas pendientes del oído,
mi abuela me las colgó siendo yo niña.
["En martes un espejo parlante"]

Querer es una actividad de mal gusto y
solo debería estar permitida en cuatro estados:
desgracia, ebriedad, locura
y tal vez Illinois.
["Sueños de carnicero"]

Qué lejos queda el heroísmo
de esta navaja en la que vivimos.
["Heroísmo"]

Sin duda, un universo poético sumamente intrigante y fascinante.

¡Ya te extrañábamos, Ceci!

Un abrazo, para tí.


Saludos.

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