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jueves, 27 de febrero de 2020

"Eternos juegos de amor" @ Centro cultural "José Martí"

En compañía de Jorge Grajales y José Antonio Monterrosas Figueiras, el día de ayer se llevó a cabo la presentación en la Ciudad de México de mi primer libro de cuentos titulado Eternos juegos de amor.

Acompañado también por mi amigo Héktor, avecindado en la Capital, hicimos fila junto a los demás asistentes, justo a las puertas del Auditorio del Centro cultural "José Martí" (que dicho sea de paso, conocí gracias a los maratones nocturnos de cine organizados por Jorge Grajales en el año 2006).


Visiblemente nervioso, escuché a los dos presentadores hablar tanto de los temas como de la hechura de mi obra. Jorge Grajales fue el primero en tomar el micrófono para señalar, desde el primer momento, que mi libro era "demasiado polémico para los tiempos en que vivimos".

El amor adolescente, pero más aún, el despertar sexual que se da en la pubertad (retratado en el cuento "Juego de niños") le recordó al experto en cine la película Maladolescenza (1977) del italianao Pier Giuseppe Murgia.

Yo me sentí sumamente alagado al escuchar que se comparara uno de mis textos con la premisa de una de las películas más polémicas (después de Pretty Baby y la Lolita de Lyne) que se atrevió a sexualizar en la pantalla grande a las actrices infantiles (o por lo menos, menores de edad).


Eva Ionesco y Lara Wendel en una escena no-explícita de Maladolescenza.

Frente a la sonrisa que evidenciaba mi beneplácito, Grajales fustigó: "me parece bastante incendiario lo que haces. Más en esta época en la que el feminismo y lo políticamente correcto dominan la agenda". Guardé silencio.


Después, en su alocución, José Antonio Monterrosas remarcó:


¿Cómo decides, en un contexto como el de México, que tiene millones de casos de pedofilia y de abuso sexual a infantes, construir tu oficio narrativo desde el desarrollo de este tema, a partir de la ficción, como es en este caso?
¿Cómo se desposee el autor como persona y cómo se diferencia del narrador? ¿Cuál es el interés no personal sino narrativo de abordar estos temas?
¿Tu ser narrativo concuerda con tu ejercicio facebukero, por ejemplo, de socializar y normalizar la pedofilia, incluso me atrevo a decir, la violación de mujeres y niñas por el hecho de estar cerca de un hombre adulto (como casos muy sonados en recientes semanas)?
¿Cuál sería en ese sentido la diferencia entre el juego facebukero, si lo dices desde un punto de vista de un personaje o tu persona a diferencia de un libro como éste, donde sí, como ya lo expliqué se aborda el tema de las relaciones entre adolescentes carnales, pero vistas desde un escritor de casi cuarenta años, papá de una niña y siendo maestro?

Te dejo esas preguntas, sobre todo en un momento en el que estamos en una situación muy compleja de feminicidios, de violencia, dirían las feministas, heteropatriarcal, y que este libro me parece que es interesante porque sí hay una muestra de esa estructura, que se está rompiendo y que tiene que ver con este tema también del amor romántico, que al final como mencionaba en estos fragmentos sobre el amor, yo creo que estamos en un tiempo en el que entender el amor desde esta idea del amor romántico, pues se está desarmando, desestructurando.


La respuesta que di transitó por los lugares comunes: el derecho a la libertad de expresión, la diferencia entre erotismo y pornografía, el mito de los niños como seres asexuados, mi posición frente a los movimientos feministas, etcétera, etcétera, etcétera. 

Después, aterricé:


El texto se defiende solo. Hay pistas, hay claves, hay momentos en los que el lector sabrá que estoy jugando con él y otras partes en que le lector no quiera jugar y rechazará el texto. Cada quien se acercará al texto y el texto se debe de defender solo. Yo lo único que puedo decir es que sí es ficción, aunque existen los personajes en la vida real: existe una Viridiana, existe una André, existe una Dinorah, existe una Xóchilt, todas ya mujeres casadas con hijos, con una vida hecha, pero que yo tenía la necesidad de retomar porque todo lo que ellas significaron para mí, pues está escrito aquí.


Casi al final, se acercaron un par de personas para adquirir el libro, y pedirme que se los dedicara. Se hizo tarde. Salimos del Auditorio, y del Centro cultural "José Martí". Ya en la explanada, les pedí a mis presentadores que nos tomáramos una foto.

De corazón, agradezco sus palabras y su compañía. Reconozco sus lecturas de mi obra. Reconozco, también, nuestras diferencias de carácter y de opinión. Tal como se los confesé, un poco antes de salir del recinto, el ejercicio de escuchar la lectura de personas que no son escritores profesionales literarios, me satisfació mucho. Ambos, críticos de cine, dejaron una reflexión profunda en mí.



Saludos.

jueves, 27 de diciembre de 2018

“Roma”: memento burgués



Desde que se dio la aparición de Roma (México, 2018), me emocioné: no sólo obtenía premios y reconocimientos entre la crítica sino, emulando a The Revenant (EUA, 2015) de Alejandro González Iñárritu, y a The Shape of Water (EUA, 2017) de Guillermo del Toro, se enfilaba hacia los Premios Oscar. Luego, las menciones de los especialistas en cine, tanto de México como de los Estados Unidos, me hicieron pensar que, en verdad, me iba a encontrar frente a una obra maestra.

¡Qué grande fue mi desilusión al verla! No sólo es una película lenta y anticuada sino con una profunda ideología burguesa. Desde mi perspectiva, no bastó que incluyera como protagonista a Cleo, una indígena mixteca que se dedica al trabajo doméstico. Le hizo falta un abordaje más crítico a su vida, a su entorno de origen, a los problemas socioeconómicos y políticos que la empujan a migrar a la ciudad, a las redes de apoyo que la ayudan.


























Toda la película está dividida entre el mundo burgués de la familia que le da acogida a Cleo, y entre su vida cotidiana como trabajadora doméstica. A los ojos de los burgueses, por supuesto, resulta “innovador” que Cuarón destine planos completos a las tareas de lavar trastes, lavar ropa o lavar pisos. Pero, para el resto de los espectadores, esto no otorga relevancia argumental o estética alguna. Sólo describe la vida cotidiana de una trabajadora doméstica.





No sabemos, por ejemplo, por qué, cuándo y cómo llegó Cleo a la familia. No sabemos, ni siquiera, el nombre de su localidad de origen. Menos aún conocemos lo mínimo de su familia: si tiene hermanos, hermanas, si aún viven sus dos padres… Desconocemos, por completo, sus condiciones de vida previas. Y frente a este vacío de información, damos por hecho que, en la ciudad, vive mejor.






















Lo mismo sucede con la crítica velada que Cuarón hace a Luis Echeverría Álvarez, Secretario de Gobernación en el régimen del Presidente Gustavo Díaz Ordaz, y candidato a la Presidencia de la República, en 1970, por el Partido Revolucionario Institucional.

Desde el principio de la película, Cuarón nos deja ver la propaganda electoral del candidato. Luego, nos muestra el campo de entrenamiento de “Los Halcones”, un grupo paramilitar a cargo de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés). En uno de los cerros colindantes al campo de futbol donde los paramilitares entrenan, se puede leer “LEA”, las siglas del nombre completo del candidato a la Presidencia de la República.
























Pero no basta con que Cuarón muestre algunos momentos de lo que fue la Matanza del Jueves de Corpus. No basta que revele a “Los Halcones” como asesinos a sueldo, gatilleros del régimen. No basta con que nos muestre a los jóvenes estudiantes del IPN y la UNAM asesinados a mansalva. Sigue siendo una visión burguesa del asunto.

Cuarón debió haber leído a profundidad a Gabriel Retes quien, en su película El bulto (México, 1991), hace una crítica más completa y más profunda no sólo al régimen de Echeverría Álvarez sino a sus cómplices, incluyendo a aquellos activistas devenidos en burócratas.

Ésa, y no Roma, es una película que habría de difundir y promover como parte de “La Cuarta Transformación”.

No debemos olvidar que el verdadero arte confronta, molesta, hiere; sacude las entrañas del espectador porque le muestra una realidad muy diferente a la suya.


























En este caso, Roma se convierte en un memento, en un recuerdo sutil y refinado, del México burgués en el que Cuarón creció. No hay confrontación, no hay crítica social alguna. Sólo es un reflejo de las condiciones sociales y políticas de aquella época.

Cuarón perdió la oportunidad de desenmascarar a un régimen político que, durante décadas, hizo enorme daño a México. No sólo por la represión sistemática del estado en contra de sus disidentes y opositores, sino por la enorme corrupción que se instauró desde la burocracia.

Quizás, los defensores de la cinta opinen que Roma es una película contada desde la óptica de un niño, desde sus recuerdos infantiles. Entonces, harían valer la opinión de Alejandro Jodorowsky quien, de mucho tiempo atrás, ha alertado sobre la infantilización del cine comercial, en especial del proveniente de Hollywood.

Los que pagamos Netflix, mes a mes, no somos niños. Hagamos cine para adultos.


Saludos.


[También publicado en Los cínicos.]