Al Maestro García Reyes lo conocí en alguna reunión de TunAstral cuando todavía existía el foro-casa de Porfirio Díaz 216, entre Villa y Zapata, en la colonia Universidad, Toluca, Estado de México. Era la presentación de Blanca Aurora Mondragón y su Cotidiana (2000). En esa presentación, no recuerdo bien si antes o después del evento, el Maestro Roberto Fernández Iglesias me presentó al Maestro García Reyes: “Este niño estudia Letras”, dijo, con su inolvidable tono de voz. “Y Luis Antonio es poeta”, declaró. Ambos nos estrechamos la mano, pero hasta allí. No lo leí.
En aquella época estaba embelesado por Félix Suárez y su Mordedura del caimán (1984) y por Alberto Chimal y su Luna y 37 millones de libras (1990). Ambos libros, a mi juicio, los mejores que han escrito ambos autores hasta la fecha.
Luego, en 2010, mientras ayudaba a Eduardo Osorio a seleccionar fragmentos para colocar cintillos en los libros de los becarios del CTE, encontré Sur (1985), y guiado por el dibujo de su portada, creí que se trataba de algún texto sobre campesinos. Pero, después de recorrer algunas páginas, pude darme cuenta de que eran poemas cortos sobre animales y plantas. Pero hasta allí.
Luego, comencé a notar que la presencia del Maestro García Reyes se había vuelto recurrente en casi todos los eventos literarios del Valle de Toluca: en las lecturas del CTE, en las presentaciones de TunAstral, en los homenajes celebrados en la “Casa de las diligencias” de la UAEMex, en el extinto “Huacal de letras” de Metepec.
Precisamente, fue en ese foro la última vez que lo vi: en la presentación de Jorge Arzate Salgado y su recopilación de poemas editada por el FOEM. En aquella presentación, el Maestro García Reyes le comentó al otro bate: “No sabía que tú también tomas al mar como un tema en tu poesía. Yo también lo hago. Quizás no tan bien como tú.” Al escuchar dicho comentario, me intrigué. Hay pocos escritores toluqueños que abordan el mar (precisamente, porque queda lejos). ¿Por qué el Maestro García Reyes lo hacía? Ahora sé que la dupla mar / tierra firme constituye un elemento central en su poesía:
La tierra se duerme
En su cuerpo de piedra
A tu contagio de vieja marinera
Porque viniste por el mar
Aún hay algo nuestro en ti
De nuestros sueños
Cuando Juan Luis Nutte me invitó a participar en el homenaje al Maestro García Reyes, acepté sin dudarlo. Tenía curiosidad respecto a su obra, pero también tenía una deuda moral con su libro primigenio desde aquella vez que el Maestro Osorio me lo recomendó.
Según la Enciclopedia de la literatura en México, Luis Antonio García Reyes nació en Huixquilucan en 1945, cursó estudios en Antropología y Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), es miembro fundador de los grupos Al yunque y TunAstral así como Presidente de la Unión de Escritores Mexiquenses (UEM). Pertenece a la segunda generación de becarios del Centro Toluqueño de Escritores gracias a Sur (CTE, 1985), compendio de poemas breves que abordan su experiencia en los municipios ubicados al Sur del Estado de México: Malinalco, Tonatico, Texcaltitlán, Sultepec. Aunque Tejupilco quede un poco más al Oeste junto con Amatepec y Tlatlaya. Poemas que han sido presentados como muestra de “autenticidad temática, naturalidad rítmica… imágenes coloridas [al mismo tiempo que] nostálgicas”. (Álvarez Caballero, 2017)
En lo personal, algunos de esos poemas me hacen recordar los poemínimos de Francisco Paniagua Gurría en Cambio de luces (1984): existe el Sur, el campo, la provincia; pero también la ciudad, también de provincia, que irremediablemente nos remite a Toluca.
Desde mi perspectiva, “Por el camino”, la tercer parte del libro, se convierte en poetry road: la experiencia que vive el poeta en su viaje: poemas que parecen haikus en temática y estilo:
con el polvo
el camino se nos pierde
[...]
sólo el abismo
nos detiene
Flora y fauna conforman las imágenes del poema y, a los ojos de los no iniciados, sorprenden sus denominaciones de origen: cacaloxóchitl (cuervo en flor), güisache (acacia farnesiana), pinzón (ave de la familia Fringillidae), timbirichi (árbol cuyo nombre deriva del tarasco o purhépecha tumbiriche, de tumbire, “racimo”).
Palabras indígenas en boca de mestizos. Ojos mestizos que descubren la naturaleza que los rodea: girasoles, colorines, campánulas/ árboles, raíces, ramas/ montañas como jovencitas/ la luz del cielo como una niña límpida. Así, el paisaje se revela en toda su majestuosidad, y el poeta tiene que aprender a retratarlo:
Son los cerros
pizarras,
metales,
barro;
a lo lejos
verdor
reverberando
y sólo son:
lejanía,
cerros escalpados.
El poeta anda, y encuentra, también, a los humanos: “Adiós amigu”, le saludan; y así reconoce el tono típico, la modificación dialogal, de aquellas gentes. La misma gente que le invita mezcal y a disfrutar de sus fiestas: tecomateros danzando en el atrio de algún templo, o sobre la plaza cívica. Imágenes que yo, ahora, completo.
No sólo en Sur (1985) sino también en El dogma es la palabra (1962-2011) el poeta se acerca al mundo indígena y lo retrata:
Ahora golpeo conchas de tortuga
Y hay cascabeles que sangran
Para incendiar el ritual
Y claman claman
Hasta el silencio redondo de los espejos
En que te miras niña
Mujer y hermana
Hija del aire en que navego
Hasta ser voz y llamarada
El ritual se hace poema. El ritual de la palabra. Si el motto de TunAstral es "amor es la palabra; poesía la acción". El de la obra de García Reyes sería “el dogma es la palabra; poesía la religión”. Y estamos aquí para compartir el sacramento, no religioso sino poético.
Quiero cerrar mi participación leyendo “Si no sabes leer”, un texto que me pareció sublime, el cual es también una invitación para los neófitos:
Si no sabes leer
Sólo deja
Que las palabras
Lleven a tu oído
Su equipaje de imágenes;
Así no volverás a decir
“No sé leer.”
Y cual amoroso terco,
Cada vez intentaré
Acortar distancia...
Hasta que al fin
Sacudas este árbol...
Entonces harás caer
A tu alma
Voces y palabras
Como sazonadas manzanas
De sol, cualquier tarde.
Gracias.
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