Martín ya había comprobado que la ciudad empezaba a ser de otra manera. No sólo habían aumentado los edificios de tres y hasta cuatro pisos; la cara estaba cambiando, el aire; también la gente, la que nació ahí y la que había llegado a radicar, siendo de fuera, reflejaban otras formas de ser. [...] estaba llegando otra gente, con otros apodos, otros nombres y otros apellidos que se habrían de acomodar en el extremo que les correspondía, según ese desplazamiento del capital extendiéndose para crear otros hábitos y otras necesidades. Se hablaba de instalar otras industrias, laboratorios, fábricas, talleres, unidades con capacidad para emplear a mucha gente, factorías de capital mixto, de las cuales podrían ser accionistas empresarios norteamericanos, alemanes, italianos ingleses y franceses, junto con inversionistas privados mexicanos y el gobierno del estado. Y Martín era uno de tantos a quienes aquello les daba mala espina. Algo le hacía presentir un cambio, una era de explotadores y explotados que ya daba sus primeros indicios. [...] Martín presentía que algunos comerciantes se estaban convirtiendo, sin impedimentos de ninguna especie, en los dueños de buena parte de la ciudad. Una mínima intuición le hacía odiar a éstos, que eran miembros de clubes internacionales, como el Rotary y el Lions, además de caballeros de Colón y otras logias, tolerados y beneficiarios de las autoridades municipales, estatales y nacionales que tenían entonces el corazón en Estados Unidos antes que en Toluca...
Saludos.