miércoles, 12 de julio de 2017

"姬妾的梦 El sueño de la concubina". Demian Marín.



Del libro Tierra Central:


Qi Liu, la concubina favorita del emperador, abrió los delicados ojos. Ojos negros como aceituna. Suspiró, se estiró, tomó su peine. Peine de marfil, con anchas cerdas, regalo del emperador por su último cumpleaños. Mientras se peinaba el cabello fino y largo, un eunuco que acababa de entrar a la cámara le hizo la pregunta de cortesía:

—¿Qué tal durmió su excelencia?
—Tuve un sueño muy extraño –respondió–. Soñé que tenía un hijo. Un hijo precioso del emperador. Soñé que, junto al niño, mi vientre engendraba una masa negra y pestilente, cuya fealdad era inversamente proporcional a la belleza de nuestro hijo. El emperador lo tomó como un mal augurio, y ordenó que nos degollaran, al niño y a mí, y que lanzaran el adefesio lo más lejos posible, mar adentro, en el mar de oriente. Yo quise escapar. Y cuando abrí las puertas del palacio, con mi hijo en brazos, desperté.

Qi Liu abrió los ojos marchitos. Marchitos por el tiempo y por las desventuras. Suspiró, se estiró, tomó su peine. Peine de madera, con cerdas estrechas, regalo de su hijo Ji Long cuando hubo epidemia de piojos en el barrio. Mientras se peinaba el cabello sucio y encanecido, Ji Long le dijo:

—Madre, has despertado. Tuviste fiebre toda la noche. No pude dormir por cuidar tu sueño.
—Tuve un sueño muy extraño –dijo Qi Liu–. Soñé que era joven y vivía en el palacio del Hijo del Cielo. El emperador me quería, como si fuera su concubina. Soñé que, en la cámara principal, uno de los ministros del Hijo del Cielo lo asesinaba arteramente, y que a mí me torturaban los eunucos, coludidos con el regicida. Uno de ellos, el que tenía asignado para cuidarme antes del crimen, era especialmente cruel a la hora del tormento. Pero, en un momento de distracción, logré escapar de las garras de mis torturadores. Y cuando abrí las puertas del palacio, con llagas en los costados y golpes en el rostro, desperté.

El eunuco y el hijo, asombrados por lo que acababan de oír, se quedaron en silencio. Luego preguntaron al unísono:
—¿Y cómo sabes que no estás soñando en este momento?
Qi Liu sonrió.
—No sé mucho –contestó–. Sólo quiero despertar.

Saludos.

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