domingo, 21 de marzo de 2021

'Voces de la niña rota'. Diana del Ángel.



Desde Barranca (2018):

I

Ella me aguarda en el rescoldo de las madrugadas. Sé que me mira por una grieta en el muro de su cárcel, donde sus ojos no ven más que un trozo de cielo y la punta de los árboles todavía jóvenes. Sé que llora desesperada mientras se abraza las piernas y aprieta los muslos tratando de cerrar una herida irreparable. Sé que percibe su olor distinto y eso la avergüenza. Sé que tras las manos que la cubren está mi rostro. Sé que su cuerpo es frágil y pequeño; sé que contiene las lágrimas de ambas; sé que lleva mi nombre, pero es el nombre que yo ya no puedo recordar; sé que me grita todos los días desde el fondo de su primera angustia. Sé que quisiera dejar de llorar tanto como yo quisiera dejar de oírla. Sé que la oscuridad del lugar donde vive la carcome; sé que quisiera mirar por mis ojos la vida sencilla que nos fue robada, respirar por mi nariz el aire anterior a esa noche, reír con mi voz por simplezas y sentir por mi cuerpo la cercanía de otra persona. Pero no entiende que el mundo de afuera no es bueno, por eso la he encerrado. Y su llanto no me detiene.
 
II

Ella me despierta por las noches; dice que no sabe cómo contar lo que murió en su carne debajo de aquel hombre. Ha intentado juntar palabras una detrás de otra, como le enseñaron en la escuela, hasta formar una oración; pero a nada llega. De su boca sólo brota una baba de rabia.
 
III

Ella me cuenta que un lado de su cuerpo está pegado a una pared blanca, y sabe que es blanca porque en su mejilla siente el frío. Luego me habla de una carne desconocida que huele a alcohol y una presión que se le queda en la piel grabada. Cierra los ojos y la oscuridad se hace doble: adentro y afuera, después siempre adentro. Ella palpa con una mano el yeso frío y con la otra araña. Afuera no hay voz que la nombre para salvarla. Y piensa que, si Dios ve lo que hacemos, la está mirando ahora, pegada contra el muro, con la cabeza en una esquina debajo de la cama, y también ve esa otra mano que hurga bajo su vestido y acaricia una piel cuya existencia ignoraba. Y para olvidar la presión de esa carne y el tacto de esos dedos piensa en el patito bordado en su vestido nadando en el mar de tela blanca. De pronto siente que ese cuerpo deja de pesarle en el vientre y cree que ha terminado. Pero todo vuelve a empezar de otra forma y siente de nuevo la opresión, más honda, frotándose contra su piel, quedándose en ella punzante como aguja infecta.
 
IV

Sé que andarás a la orilla del arroyo, que mirarás “con cariño las navajas”. Que buscarás sin hallar la puerta para ir de tu vida hacia otra, distinta de la que tienes. Una donde la humillación no sea la regla, donde los golpes y mordiscos no sean lluvia sobre tu cuerpo, donde las pesadillas no se vuelvan reales cada madrugada. Una vida donde puedas andar sin temor a dejar la puerta abierta. Pero nada de eso habrá para ti. Mirarás tu cuerpo como algo ajeno, como una herida abierta, una barranca por la que te despeñas. No conseguirás reconstruir la memoria de las cicatrices que te habitan ni hallar un punto en donde tus recuerdos converjan y todas las piezas de tu vida encajen en ti misma. Nada de eso habrá para ti. Aunque sonrías y en tu piel se borren las manchas, detrás de tu sonrisa estará esa vergüenza y tu cuerpo será siempre el de esa niña, abierto a destiempo.

El primer texto sobre abuso sexual infantil que he leído desde que publiqué Pain in the Haze.


Saludos.

sábado, 13 de marzo de 2021

Jeanine Áñez Chávez arrestada en #Bolivia ❤️

 

 

 

Y, por supuesto, la respuesta de los gringos:

Pocas horas después del arresto de la ex presidenta interina boliviana por “sedición y terrorismo”, el gobierno de Joe Biden se manifestó sobre “las garantías del debido proceso de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y los principios de la Carta Democrática Interamericana”.

El Gobierno de Estados Unidos llamó este sábado a Bolivia a “defender” los derechos civiles interamericanos, aunque no hizo un comentario puntual sobre la reciente detención de la ex presidenta interina boliviana Jeanine Áñez.

“Instamos a nuestros amigos y vecinos en Bolivia a defender todos los derechos civiles y las garantías del debido proceso de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y los principios de la Carta Democrática Interamericana”, manifestó en su cuenta de Twitter Julie Chung, encargada de Latinoamérica en el Departamento de Estado.

Chung también dijo que “los estadounidenses y muchos en las Américas conocen por experiencia la necesidad de salvaguardar y renovar constantemente el gobierno democrático por y para el pueblo”.

No hubo, sin embargo, ninguna mención a la detención en la madrugada de este sábado de Áñez, aprehendida en la región amazónica de Beni y trasladada en un avión Hércules de la Fuerza Aérea de Bolivia hasta la ciudad de La Paz.

Para terminar, tal como se lo deseé (con todo y censura) en #Twitter:


Saludos.

lunes, 8 de marzo de 2021

"Los hombres que odian a las mujeres". Claudia Masin.



Hasta entonces no había conocido a un hombre que odiara a las mujeres.

Sylvia Plath.


A mi padre no le gustaban las mujeres. Las odiaba. Sorprende

ver a cuántos hombres que, como él, las buscan, las persiguen,

las alcanzan, no les gustan realmente las mujeres.

A él, hasta nuestro olor le resultaba tóxico

como el que desprende un carbón

al apagarse, un humo

asfixiante, un veneno, lo decía

a veces, nos trataba

peor que a esclavas. Aunque en un día bueno

nos otorgaba su dispensa, como otorgan su dispensa

los reyes, con un gesto desdeñoso de la mano.

No merecíamos en ese momento

ni siquiera el esfuerzo del insulto, tenía en la cara

su máscara más frecuente, una sonrisa

de burla y de tristeza

por lo inútiles que éramos.

Crecí preguntándome

por qué ató su vida a un objeto

claramente inferior, inventé teorías

para comprenderlo, no quería

devolver odio por odio, injuria por injuria:

era a causa de su madre, sí, eso explicaba todo,

la crueldad de ella, era su infancia, eso

disculpaba su incapacidad para entender

lo diferente, era

su dolor y entonces

no se podía juzgar, no se podía

más que tener miedo por haber nacido

del lado equivocado de las cosas,

el lado en el que todo era desvío

y confusión, lejos, tan lejos

de la claridad de mente de un hombre,

cualquier hombre, de su belleza física,

también lo decía a veces, los hombres

tienen un cuerpo firme, no como esa esponja,

esa ameba que es el cuerpo

de las mujeres. Cuando hoy te amo a vos

estoy haciendo algo que él no entendería

jamás: teniendo el privilegio y el permiso,

el beneplácito del mundo

para elegir lo superior, me quedo

con una mujer como yo, me quedo

en el barro, en el curioso, insignificante reino

de los insectos, pudiendo alzarme al sol,

pudiendo hacer lo que él no hizo: hacer real

su deseo, tangible como una mesa o una piedra.

No estoy vengándome ni hay ningún

mérito en esto, estoy cumpliendo

conmigo y lo que quiero, ya vi,

ya sentí en el propio cuerpo

los efectos de no elegir amar lo que se ama,

no ir hacia ello. La peste

que se desata entonces hace daño

por varias generaciones, se mantiene

como el moho en el tallo de una planta

o la humedad en las paredes, imposible quitarlo

por completo y para siempre. Todavía

hay días en que temo su represalia, en esos días

te abrazo a vos como si fueras a irte de repente,

vos no sabés, no podés saberlo,

que te estoy salvando de él,

que todavía está conmigo, sombra

de mi sombra, oscuridad plena

y tremenda, que estoy

cuidándote de sus palabras, como si pudiera

cuidarme a mí misma de chica, taparme los oídos

y los ojos para no ver más que tu belleza

y la mía cuando estamos juntas, una forma

de la justicia que no hemos buscado,

que nos encontró a nosotras y por eso

no te hablo de él, no te cuento

que está demasiado presente,

mirándome del otro lado de la cerca

de la muerte, no, te hablo más bien de la perra

que teníamos en mi casa de entonces,

castigada hasta el cansancio, el lomo

harto de recibir patadas y sin embargo

insumisa de cachorra y de vieja, cada tanto

mostrándole a mi padre los dientes, no lo atacaba,

ni lo mordía, yo creo

que le hacía saber, a su manera, acerca

de la resistencia que tenemos

las que fuimos alimentadas del desprecio

y lo hemos rechazado con cada fibra

del cuerpo y lo hemos

transformado primero en rabia,

después en un amor

como el que te tengo, inmune

a la enfermedad que en lugar

de contagiarnos nos dio el antídoto,

la fuerza.


Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Coordina talleres de escritura y es autora de libros como La plenitud, Abrigo, El verano, La vista, La siesta y Geología, entre otros. En 2018, publicó La desobediencia, su poesía reunida hasta ese momento.


Saludos.