martes, 8 de agosto de 2017

Adiós a Jaime Avilés y a "Rius" u.u



El 8 de agosto de 2017 será recordado como el día en que dijeron adiós dos de las plumas más grandes de la Izquierda mexicana: Jaime Avilés y Eduardo Humberto del Río García "Rius". El primero, escritor y periodista, colaborador de La Jornada y Director General de Polemón. El segundo, creador de Los Supermachos, Los Agachados, y autor de más de una centena de libros críticos y educativos, todos ellos editados por Grijalbo.



Tal como ha expresado de manera pública Jenaro Villamil, tanto Rius como Avilés han sido dos de las plumas más críticas que ha dado México. Y, por supuesto, en este blog, hemos hablado de (y compartido) su trabajo:

"¿Será católico jesucristo?" Rius (21-07-2008)

"¿Por qué se va del país Peña Nieto?" Jaime Avilés (31-05-2017)

Al igual que ocurrió con la muerte de Gustavo Sáinz, me hubiera gustado escribir más respecto a su obra (mientras ellos tuvieron vida), pero el trabajo y otras ocupaciones no me lo permitieron.

Por supuesto, al primero que conocí fue a Rius, con su excelente librito El amor en los tiempos del SIDA, para pasar a su diatriba contra la Coca-Cola en La droga que refresca, y terminar con La trukulenta historia del capitalismo. Pero de todos sus libros, el que más me llamó la atención fue este:



Y, por supuesto, sus reflexiones sobre la Iglesia Católica me hicieron re-pensar mi educación religiosa, y (por mucho tiempo) alejarme de la Iglesia.

No puedo decir -como muchos- que "soy ateo gracias a Rius", pero sin duda, lo reconozco como una influencia intelectual muy poderosa.



A Jaime Avilés, lo conocí por su columna de comentario político "Desfiladero". Y, tiempo después, a recomendación de la Mtra. América Luna Martínez, por su novela Nausícaa (publicada bajo el título Nosotros estamos muertos).

El contraste entre sus dos estilos de escritura me impactó: En la novela, con ese ojo agudo con el que desnudaba a los políticos del sistema mexicano, Avilés se desnudaba a sí mismo. De poco le sirvió crear un alter-ego (Serapio Bedoya, el eterno enamorado de la hermosa Nausícaa Fernández), el protagonista de esa historia es el propio Avilés.

Gracias a Nosotros estamos muertos pude conocer, también, las entrañas de la izquierda burguesa mexicana: ciudadanos de clase media, ilustrados, conscientes de la situación política del país, pero que ven desde lejos (y desde sus privilegios) a los otros: a los pobres, a los jodidos, a los oprimidos, a los desposeídos. Esa izquierda burguesa que primero conocí en papel.



No cabe duda que cuando la muerte llega, sólo la obra queda. Adiós a dos camaradas combatientes. Y a seguir su ejemplo de lucha.


Saludos.

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