El día de ayer, descubrí con agrado que la revista Letralia aceptó publicar mi texto titulado "Japoneses en Acapulco", el cual narra las aventuras de Mamiko y Kumiko, "estudiantes de una famosa universidad de Tokio", quienes llegan a la capital turístico-cultural del Estado de Guerrero para participar en la muestra "Fe de otro mundo", realizada en conmemoración del 400º aniversario del arribo del Hasekura Tsunenaga.
Hasekura, tal como lo explico en el texto, fue el primer japonés en visitar Nueva España, en convertirse al catolicismo, y en visitar Roma, Italia.
El 28 de octubre de 1613, Tsunenaga Hasekura zarpó de Sendai, una ciudad al noreste de Japón, a bordo del San Juan Bautista, bajo las órdenes de Masamune Date, gobernante de la región de Tōhoku, con 180 hombres a su mando. El samurái buscaba llegar a Roma, a través de la Nueva España, para establecer relaciones político-comerciales con la curia romana.
Después de tres meses de navegación, con una escala breve en California, Hasekura y sus hombres anclaron en la Bahía de Acapulco. Allí esperaron un par de meses a que las autoridades del Virreinato les otorgaran permiso para desembarcar, y para transitar, por tierra, hasta la Ciudad de México. Mientras tanto, negociaron con los lugareños algunos objetos japoneses nunca antes vistos: biombos (en japonés, byōbu), catanas (en japonés, katana), y huaraches (en japonés, waraji).
A diferencia de otros japoneses que habían visitado con anterioridad la Ciudad de México, los hombres de Hasekura eran creyentes católicos, y varios de ellos pidieron ser bautizados antes de partir a Europa. Hasekura no quiso formar parte de la ceremonia ya que deseaba ser bautizado en Roma. Sin embargo, en España, mientras esperaba la autorización para poder visitar la Santa Sede, Hasekura decidió dar una muestra de su fe, y asumir el sacramento católico, poniéndose como nombre Felipe Francisco, en lugar de Tsunenaga.
En Roma, Hasekura se entrevistó con el papa Paulo V, a quien le ofreció extender la práctica de la religión católica en Japón a cambio de un tratado comercial con la Nueva España. El Papa accedió al envío de misioneros al país del sol naciente, pero rechazó firmar cualquier acuerdo comercial con él. Le delegó la responsabilidad de acordar un tratado de esa índole al rey Felipe III de España.
Sin embargo, de manera fatídica, mientras Hasekura estaba en Roma, en Japón el nuevo shogun Ieyasu Tokugawa promulgaba las primeras leyes que prohibían la práctica del cristianismo. A la postre, todos los religiosos extranjeros fueron expulsados del territorio japonés, y los practicantes locales que se rehusaron a obedecer, como los católicos de Shimabara, fueron aniquilados.
Las ordenanzas que Tokugawa promulgó, en 1613, son conocidas como 「排吉支丹文」 Hai-shitan-bun, mismas que fueron mejoradas y promulgadas, en 1614, bajo el nombre de 「排吉利支丹文」 Hai-kirishitan-bun. 「利支丹文」 Kirishitan fue el nombre que se les dio a los primeros practicantes católicos de Japón.
Para Mami, "quien había cursado su educación inicial en un colegio católico", este pedazo de historia le parecía fascinante, por eso, acepta la invitación de Kumi, su amiga y compañera, para presentar junto con ella un proyecto para la muestra "Fe de otro mundo", y poder viajar a México. Mientras que Mami realiza la investigación y el desarrollo del proyecto, Kumi solo piensa en "comer tacos, tomar cerveza, beber tequila". Ninguna de las dos, en el transcurso de la historia, se da tiempo para visitar la "Plaza Japón", ubicada en la Costera de Acapulco.
En dicho espacio, por supuesto, se encuentra la estatua de Hasekura Tsunenaga, donada por la Embajada de Japón en México al pueblo de Acapulco, en una época en la cual la demanda de los políticos japoneses era la limpieza de las playas de la bahía, y no la narcoviolencia que impera actualmente en la ciudad guerrerense.
El otro espacio físico (real) que aparece en mi cuento es el Centro cultural Acapulco, lugar donde (de manera ficticia), en una de sus salas de exhibición, se desarrolla la muestra "Fe de otro mundo", y hasta donde llegan los manifestantes violentos que protestan en las calles.
Sin duda, "Japoneses en Acapulco" ha sido el texto más largo que he publicado al día de hoy. Quienes ya han leído Moratoria, sabrán que mi libro se encuentra compuesto por textos pequeños, que no rebasan las tres cuartillas. "Japoneses en Acapulco", en cambio, se conforma por casi diez. Su redacción comenzó el año pasado (2015) y es el intento de escribir algo que pudiera unificar mi experiencia de residir en Guerrero con la cultura japonesa que he vivido, tanto en Japón como en México. El texto se presentó al V Premio Nacional de Cuento "Acapulco en su Tinta" 2015 pero no fue seleccionado.
Muchas gracias al equipo de Letralia por publicar mi texto.
Saludos.
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