“Quedan recuerdos que no borraré de mi mente por más que enloquezca”
Christian Hernández
“Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.”
Ramón López Velarde
Conocí a Christian Hernández, en 1999, en el cineclub de animación japonesa organizado por Pedro Camelo, en el Tec de Monterrey Campus Toluca. Christian era uno de los externos al Tec de Monterrey que asistían a este cineclub (yo era otro). Allí, vimos Evangelion por primera vez. También, vimos varias películas y animaciones japonesas antes de que las emitiera la televisión abierta. También, recuerdo asistir a la función de una de las películas de Evangelion, en la Facultad de Humanidades de la UAEMex, con su entonces amiga Dinorath Ramírez (otra famosa toluqueña que entró a la escuela de cine del Centro de Capacitación Cinematográfica antes que yo lo hiciera en el año 2008). Sin embargo, conocí verdaderamenete a Christian en una reunión de amigos, con bebidas alcohólicas, y una muy buena charla, en una comunidad de “freaks del comic, los videojuegos y el manga”, llamada “Comunidad X”, cerca de la iglesia de “El Ranchito”, durante mi año sabático, en 2004, cuando ya había salido de Ingeniería y estaba escribiendo mi tesis y leyendo como desquiciado a Philip K. Dick. Durante ese año, asistí a más reuniones etílicas en “la comuna”, el espacio de venta de comics, que en toda la carrera de Ingeniería. Christian ya había entrado a la Maestría de El Colegio de México en estudios asiáticos, y descubrí su pasión por la literatura de lolitas (Nabokov, García Márquez, etc.) y, particularmente, por el fenómeno del rorikon, que yo no conocía, y que Christian me detalló. En esas reuniones, también conocí a Héctor, que aparece en el poema “Rewind”, y también a Valeria, una de las mujeres a las que Christian dedica “Del Eros al Logos”, uno de los poemas más intensos de su libro:
Soy un loco y he visto más vaginas que planetas,
más mujeres que vaginas,
y dos lunas con su escolta de cometas
Al año siguiente, en 2005, asistí por primera vez a una TNT, convención de cómics y animación japonesa, una experiencia que tardé en asimilar, siendo un veterano de las Conques y las Mecyfs, convenciones de cultura pop gringa. Las TNTs eran eventos completamente distintos: reuniones donde culturas diferentes se encontraban y los mexicanos podían convivir con una gran parte de la cultura pop japonesa, de esa cultura pop que Christian utiliza como tema en sus poemas: evasión y objeto de estudio, a la vez.
Lamento haber perdido tantas tarde frente al televisor
ahora que puedo mirar el mundo que está afuera.
“Sayonara”.
Conocí a su novia japonesa, Motoko, no recuerdo en qué año. Asistí, junto con él y Héctor, a algunas reuniones del Aki Matsuri, el festival de otoño que organiza la Asociacion japonesa en México, en la calle Fujiyama 144. colonia Las Águilas, en la Ciudad de México. Allí, es el escenario en el que se ubica el final del poema “Rewind”:
Reunidos en un círculo concéntrico,
los otaku de Toluca y del D.F.
brindamos con un bote de Sapporo,
y al final, Héctor se tragó las babas.
Tiempo después, en una TNT, en 2006, presenté un comic que autopublicamos en un colectivo al que pertenezco: “4 vientos”, y volví a encontrarme con Christian y Héctor, y compartimos algunas aventuras ese año. Conocí a sus compañeras de la Maestría del Colmex, quienes estudiaban otras regiones de Asia y que asistieron disfrazadas de personajes de animación japonesa a una TNT.
En 2006, Christian vivió en un cuarto en una casa de huéspedes. La misma donde vivió por unos meses mi hermano, quien también estudió en la ciudad de México, en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Yo mismo llegaría a estudiar en México una Maestría patrocinada por Conacyt, y a finales del 2007 viajaría también a Japón, a un congreso de optimizacion y técnicas de ingeniería, y sería Christian mi asesor para entender mejor los lugares, los comportamientos, y darme ciertos tips, ya que él había viajado varias veces antes a ese país, tal como consta en su libro.
En 2007, asistí con mi novia de aquel entonces a un desfile en Metepec, y me encontré con Christian. Dimos un recorrido y vimos a un niño, apartado de los demás, leyendo un libro o escribiendo en su libreta, y Christian me comentó que le recordaba a cuando él era niño, cuando se retiraba a leer y a dibujar en la soledad. Recordé ese momento cuando leí el segundo poema de Moratoria:
“Primer Amor”
En la escuela siempre creyeron que estaba loco.
A la hora del recreo, me apartaba en una banca a almorzar,
mientras miraba al horizonte.
No me gustaba jugar, ni convivir mis compañeros.
Prefería aislarme, mientras soñaba despierto...
Recuerdo alguna otra reunión, en su casa en Metepec, mirando jugar a la Selección mexicana de fútbol, mientras tomábamos cerveza mexicana, y él tomaba cerveza japonesa. Fue, al final de la noche, cuando Christian nos programaba, a Héctor, a Ángel y a Erick las famosas Morning Musume, entre otros grupos de Idols japonesas.
Los blogs de Christian se volvieron más polémicos y politizados en 2006, año del fraude electoral en las elecciones presidenciales de ese entonces. Sin embargo su actitud crítica hacia las instituciones y la política mexicana tienen antecedentes que no conocía, como indica su poema “Tadaima” que termina con unas líneas que hacen referencia a la fiesta patria del 16 de septiembre del 2012:
Los mexicanos cantan
me invitan a vivir la guerra
me invitan a morir por mi país
me invitan a desear dentro de mí
no haber nacido jamás en esta tierra.
He leído algunos poemas de Christian en la revista La Colmena de la UAEMex, pero su libro de poesía podría leerse como una pequeña autobiografía del dolor y la pasión de un hombre que siempre quiso ser un niño y seguir las cosas que más lo apasionaban: el amor, el sexo, la cultura pop japonesa, el karaoke, las cervezas japonesas, las letras de canciones y las Idols.
“Tadaima”
De nuevo en México
busco a la chica que me hizo feliz antes de salir de viaje
(no esta disponible) por eso enfurezco, corro, lloro,
termino por aceptar que tiene novio
y grito con desesperación la letra de alguna canción en japonés
para que los hablantes hispanos
no sepan de mi dolor, de mi tristeza....
En México no hay karaoke
por eso enloquezco
me salgo de clases y bebo tequila
acompañado de personas a las que termino por llamar amigos
Falta que alguien (con conocimiento del idioma japonés) le diga a Christian “okaeri” (“bienvenido”), ahora que presenta su libro de poemas. Tal vez cuando lo presente en Metepec, alguien que lo conozca y que también hable japonés, se lo diga. Y tal vez, Christian responderá, cuando termine su presentación, “itte kimasu” (“ya me voy”). Entonces, Christian regresará a Chilpancingo, a seguir escribiendo poemas y dando clases, después de haber estudiado y trabajado en esta ciudad de Toluca tan bipolar.
Creo también, como lo hace Christian Hernández y Alejandro Jodorowsky, que el arte es sanador, catártico. Las manifestaciones artísticas nos ayudan a liberar nuestros demonios internos, a expiar nuestros pecados (para aquellos que son católicos), a sanarnos como individuos y como sociedad. Yo mismo lo he tratado de hacer en un par de cortometrajes que he escrito y dirigido, y con “Moratoria”, el poema que da título al libro.
Christian escribe un homenaje que a veces suena a confesión y juicio de defensa (señores del jurado), pero es también una recapitulación de lo que fue, de lo que pudo ser, y de lo que ya no fue:
Hoy,
ya no puedo soñar contigo,
nuestra hija falleció,
y con ella, ese futuro:
adiós a nuestra relación,
adiós a nuestro viaje a Japón,
adiós a nuestra vida en común,
y adiós a la bebé
que cuidaríamos juntos.
Todavía tengo la cama que compré para los tres.
Tienes, aún, las cenizas de mi hija.
[...] Hoy no somos más que un par de animales
heridos: el cuerpo cubierto de llagas, los ojos
cubiertos de lágrimas, las bocas abiertas,
sedientas de amor y de sangre, diciéndote
adiós, amor mío, en este, tu único funeral.
Toluca, México, 17 de junio de 2015.
Publicado también en
La Luna No. 211.