Esta semana, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) reveló un conjunto de cifras que echan por debajo cualquier expectativa optimista sobre el futuro económico de México bajo el sistema neoliberal que han seguido obedientemente los partidos políticos PRI y PAN, durante más de 30 años.
Gracias a estas cifras, las promesas de "bienestar", "desarrollo" y "justicia social" que los diversos políticos han tenido para los votantes quedan desenmascaradas: por cada 100 mexicanos, hay 59 mexicanos de "clase baja".
Para mi sorpresa, el propio INEGI maneja como un indicador de pobreza la no posesión de vivienda propia, colocando en "clase media" a aquellas personas que sí cuentan con ella, y colocando en "clase baja" a aquellas personas que no contamos con ella.
Este indicador es consistente con la tesis que señala que la "pobreza inmobiliaria" (poverty housing) se encuentra relacionada directamente con la pobreza económica, y que es el principal factor que descapitaliza a la clase trabajadora.
Esta realidad social no es ajena a mi experiencia personal como investigador académico y docente. A lo largo de mi desarrollo profesional, he vivido en carne propia las dificultades para obtener un empleo fijo, obtener seguridad social y poder acceder a las prestaciones laborales que, por ley, deberían estar garantizadas por las autoridades.
Ustedes han sido testigos de cómo, desde mi incorporación como "profesor de asignatura" a la UAEMex, demandé publicamente al ISSEMYM el aumento en los montos que otorga a sus derechohabientes para adquirir casa propia.
A diferencia de lo que pensaron algunas autoridades sindicales y universitarias, mi demanda no era solamente "un capricho" sino tenía que ver con el fortalecimiento económico de los trabajadores y sus familias, ya que con los sueldos tan bajos que paga la UAEMex, al día de hoy, es imposible acceder a los créditos hipotecarios ofrecidos por los bancos.
Saludos.
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