domingo, 15 de noviembre de 2020

Palabras de Mario Bogarín Quintana


Amor, desgarro y un viaje a la lejanía perpetua.

Atisbos a la obra de Christian Hernández

  

Mario Javier Bogarín Quintana

Universidad Autónoma de Baja California

 

La búsqueda que el autor mexiquense Christian Hernández emprende en su obra literaria es no sólo la de una voz propia sino la generación de un marco personalísimo desde dónde entender el amor. Este tema universal y, por lo tanto, siempre actual y necesario, es el objeto de todo su trabajo, del que he podido leer Moratoria (2015), Amor Koi Love (2018) y Eternos juegos de amor (2019). Los dos primeros, poemarios, y el último una colección de cuentos donde su autor decanta sus memorias, deseos, obsesiones e ilusiones sobre la condición humana atravesada por las trampas de la pasión y el dolor de lo efímero.

            Quienes conocemos a Christian por su ya dilatada trayectoria como investigador de las culturas japonesas (así en plural, para irnos acostumbrando), sabemos de su inquietud por los resultados que los choques y desbalances interculturales generan en nuestra visión de aquel país lejano pero para nosotros tan cercano mediante sus estudios y ahora su poesía y narrativa. Se trata, a mi modo de ver, de uno de los principales motores que mueven su escritura y la configuración de esa nueva realidad que todos los escritores buscamos en nuestro trabajo: Japón como eje articulador de la percepción para procesar la existencia cotidiana.

            Esto no es nuevo para quienes desde muy jóvenes intentamos, como el autor, conocer más de nosotros mismos a través del reflejo que nos devuelve una cultura que, a saber desde qué resortes del imaginario que construimos desde pequeños o muy jóvenes, nos indica que ahí está sólo para nosotros, como el titilar de la luz más blanca en la forma como esperanza de conocer más del mundo que nos tocó vivir. Uno de los personajes del cuento “Mi novia es una joshikosei” emprende su anhelado viaje a tierras niponas y una vez ahí, en compañía de un amigo que lo celestinea, comprensivo, descubre la entrega amorosa de una bella chica sólo para que esta lo abandone al día siguiente, con todas las implicaciones emocionales y disquisiciones psicológicas que ello implica para el joven protagonista.

            Por supuesto, el repertorio argumental de sus cuentos no se agota en la referencia japonesa. En “El amor no es cosa fácil”, Christian nos plantea, a más de una historia bien resuelta como anécdota de las batallas amorosas de la juventud inexperta, temerosa, un breve tratado acerca de las formas y dimensiones del amor en una clave ensayística digna del mejor Kundera. Una reflexión que no nos deja indiferentes cuando hemos leído ya los poemas que preceden a este libro y entendemos mejor los esfuerzos, alegrías y decepciones que el autor ha decidido compartirnos.

            Porque las historias de su libro de cuentos son contemporáneas en su mayoría de los motivos que impulsan su obra poética, y eso dice mucho si, en un afán crítico que linde con el análisis literario, descubrimos que el camino de descubrimientos ha iniciado desde el breve poema en prosa “Motoko”, incluido en su segundo libro. El recuerdo de una novia con la que compartió alguno de sus viajes iniciales al archipiélago asiático queda fijado como una fantasmagoría a la que el narrador (lo mismo que el poeta) vuelven a cada momento.

Lo anterior debido sin duda a la marca que deja el recuerdo en un momento clave del desarrollo literario y humano de Christian, como nos lo explica en “Del eros al logos”, quizá su texto más confesional y el que a mí personalmente me ha sorprendido por encima del resto en tanto que me permitió conocer un poco mejor a Christian el hombre. Esta prosa que tiene su versión trilingüe que incluye traducciones al japonés e inglés en el segundo poemario, revela, junto con “Primer amor” en su poemario inicial, algunos de los aspectos biográficos que nos revelan a un autor con un poderoso impulso vital o, como decía una de mis maestras de literatura en la secundaria, un alma de alto voltaje. Y es que ese es, desde mi perspectiva, un requisito elemental para quien se lanza a las aguas procelosas de la literatura en estos tiempos en que la oferta es mayor que nunca y su acceso cada vez más masivo.

Voltear hacia la obra de Christian Hernández implica también conocer de su convicción política. Toda su obra, incluso en sus afluentes erótica y anecdótica, está impregnada de su ardiente deseo por habitar un mundo mejor. La fantasía y la acción se vuelven, pues, facetas de una moneda con dos caras idénticas. Su oposición a las miserias de esta sociedad, su rabia digna contra la injusticia, son una impronta constante en sus escritos literarios, académicos y de opinión. Para mí, a la luz de mi lectura de sus tres libros, esto tiene relación con su enfoque de una realidad alternativa a la que nuestro mundo mexicano no tendría por qué no acercarse.

La cruzada que el autor emprende en forma cotidiana con la pluma y el teclado da cuenta de estas inquietudes permanentes en su obra y, seguramente, en la que está por venir. La obra en cuestión es además, una narrativa de formación. Como a estas alturas se podría adivinar, hay una esencia de la bildungsroman en muchos momentos de la narrativa como de la poética que podemos leer en sus libros. La transición de la niñez a la vida adulta en muchas ocasiones es tratada como un proceso aceitado por ritos de paso en los que estos se vuelven el conflicto en sí de las historias.

Algo que debemos destacar en el caso de nuestro autor es que demuestra la sensibilidad suficiente para mostrarnos no sólo dicho esquema sino la esencia propia de cada etapa del desarrollo.

La infancia como terreno de descubrimientos frenéticos que lega a la adolescencia las herramientas necesarias para no perder la capacidad de asombro ante un mundo brutal pero bello al mismo tiempo, y la adolescencia como escenario de vivencias sensibles riquísimas que se volverán patrimonio del que la madurez echará mano para su propia supervivencia en un entorno muchas veces cruel e inhóspito. Cabe resaltar esto como un mérito de quien como narrador y poeta sabe distinguir las características preciosas de cada época de la vida y reconocerle a cada cual su valor y trascendencia.

Leamos, pues, a Christian Hernández con la mente receptiva y con la certeza de que no sólo encontraremos en su obra reflexiones amplias en torno al mundo que le ha correspondido otear y decodificar, sino también atentos a los muchos chispazos de humor que nos depara su visión personalísima, entrañable, que nos obliga a sostener sus libros hasta la última página en busca de más claves para comprenderlo como ser humano. No se arrepentirán, como yo tampoco lo he hecho y quedarán, como yo, ansiosos por leer la siguiente entrega.

 

Moratoria (2015). Diablura Ediciones. Colección Arca de Diablos. Toluca, México.

Amor Koi Love (2018). Edición de autor.

Eternos juegos de amor (2019). Trajín. Alternativa Editorial. Ciudad de México.


Publicado también en Viceversa Noticias.


Saludos.

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