Vine a Guerrero a buscar nuevas letras. Letras nuevas, diferentes. Historias más cerca del trópico. Más cerca del sur, más cerca del mar, más cerca de la sierra. Lo conseguí. En pocos meses, conocí parte de la nueva literatura guerrerense. No sé si lo mejor, o lo más representativo. Pero sí, lo que andaba buscando.
Al primero que leí y pude conocer en persona fue a Geovani de la Rosa, nacido en Pinotepa Nacional, Oaxaca, pero formado en Chilpancingo, Guerrero. Más específicamente, en la Facultad de Ciencia Política y Administración Pública de la UAGro.
Amante del jazz y de la literatura de Rafael Chaparro Madiedo, Geova (como le dicen sus amigos) fue el ganador del Premio Estatal de Cuento 2014 con el texto titulado "Aquellas noches de perros tiburón", una historia de amor-pasión ambientada en Bahía Spy (que bien podría ser el puerto de Acapulco).
En su texto, con una prosa poética fuerte, Geovani nos adentra en el amor por Sea Yellow una mujer de tetas y nalgas morenas que baila y se quita la ropa frente a los clientes del X&Y Bar. El narrador se enamora de ella:
Yo quería verla en la pista. Sólo ella y yo en el bar, hasta que amaneciera, hasta que atardeciera, hasta que cumpliéramos siete, ocho o veinte días. Meses de baile exclusivo. Muchos años con Sea aventando hacia mi lengua su tanga...
Poco después, encontré a Geova en la compilación de los XV Premios de Poesía "María Luisa Ocampo". Él fue el ganador en 2011. En el Lado A de su disco-poema Babélico, encontré mi canción favorita:
A14
Dice el psicólogo o fantoche que se cree lector de cerebelos
y otras circunstancias, que mi desaseo -no cobrarle la renta a
las bacterias de mis dientes, tomar una ducha cada que juega
mi equipo de futbol, arrancarme los rizos (nomás porque sí)-
y también dormir en la inquietud -despedazar el cuerpo tímido
de una niña de diez años, ¿o diez décadas?, tener sexo con la primera tal por cual que aparece en la utilería de las esquinas-
se deben a que ando escaso de cortisol y dopamina.
Versos certeros que arrojan sentido a lo que (aparentemente) no lo tiene. El poeta fluyendo en la cotidianidad de la molestia. El juicio tajante sobre si mismo. La ironía.
El estilo de Geovani traspasa los géneros literarios: una prosa que parece verso, un verso que cuenta historias. En el fondo, esa tristura que él detecta no solo en sí mismo sino en los otros: personajes que beben alcohol, tienen sexo o usan drogas. "Una sobredosis de algo, de nada... hedor de maderamen femenino". Materia de estudio de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas.
Cierro esta breve reseña sobre el trabajo del Geovani con un poemínimo del Lado B de su Babélico:
Inmunidad, dame la mano y tostemos billetes en la escultura del mezcal.
Saludos.
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