Cien años de soledad es una novela que cruza por varios de mis ejes personales. No sólo es una de las obras que analicé en Ensayo sobre pedofilia sino también es uno de los textos que le leía, aún con vida, a mi abuela Catita.
Conocer el lugar donde García Márquez redactó (confeccionó) esta obra magna era uno de los pendientes literarios que tenía.
Esta visita también la realicé en homenaje a mi Maestro Guillermo Quartucci quien me enseñó a visitar no sólo los lugares donde los grandes escritores japoneses habitaron sino, inclusive, sus tumbas.
Cuando empezó la visita guiada, a cargo del escritor Vicente Alfonso, me di cuenta que, en mis más de veinticinco años en los estudios literarios, nunca había visitado la casa de un escritor más allá del Valle de Toluca.
La experiencia fue sumamente enriquecedora, no sólo por confirmar varias de las anécdotas escuchadas y leídas sobre la vida y la obra del Premio Nobel colombiano, sino por compartir el espacio (tokoro) en el que se dio la génesis (la hechura) de lo que, en mi opinión, es la mejor novela latinoamericana publicada hasta la fecha.
Compartir, aunque fuera por un par de horas, el espacio en el que habitó García Márquez a lo largo de 1967 se convirtió en un privilegio enorme que nunca esperé recibir. Al cruzar el umbral de la casa, no se siente como un museo. Es una casa. “La casa”, ese título que tuvo la novela por mucho tiempo. La misma novela que se escribió allí.
Llámenle fetichización, pero el poder compartir el espacio vital del colombiano, le dio una tesitura diferente a todo lo que, hasta la fecha, había simbolizado de la vida y de la obra del escritor.
De escritor a escritor, me conmovió la sencillez, la simplificación, el tono. Pero, a la vez, la riqueza narrativa. "¿Se puede leer una casa?, me pregunto. "Por supuesto", respondo de manera expedita. En mi propia literatura existen casas, jardines, departamentos, azoteas... El haber estado en casa del sensei me hizo sentir(me) en propia casa.
No quiero exagerar diciendo que el espíritu de García Márquez vive en Cerrada de la Loma No. 19 pero, la verdad, es que se siente una vibra eerie muy chida.
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Saludos.
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