http://es.scribd.com/doc/89560640/La-agonia-de-la-marmota-Alonso-Guzman
Alonso Guzmán comparte conmigo, además del lugar y el año de nacimiento (Toluca, 1980), su paso por la Licenciatura en Letras Latinoamericanas de la Facultad de Humanidades de la UAEM. Al haber sido compañero de generación y participante de los cafés literarios que organizaban las compañeras, conozco parte de su trayectoria y comparto algunas de sus obsesiones literarias. ¿Qué resta por escribir cuando todo ha sido escrito? Más aún, ¿qué resta por escribir cuando la gente que nos rodea muestra cero interés por la creación literaria? La agonía de la marmota es una respuesta a este mundo apático, a una ciudad conformada por seres ególatras y superficiales, embelesados en sus propias existencias. La novela es también, una respuesta lingüística al problema filosófico-existencial del vacío: comenzar a nombrar las cosas es darnos cuenta de sus existencias. "Empezar a nombrar para pensar a vivir."
Santiago de la Mora, el personaje central de una novela sin trama, sin anécdota, sin moraleja, encarna a un escritor que se debate entre las dudas que se desprenden de la creación literaria y las experiencias desprendidas de las interacciones sociales forzadas. En La agonía de la marmota un hombre puede convertirse en mosca, a la primera provocación: para Santiago de la Mora ser detestado es mejor que seguir las apariencias de un mundo banal y ridículo. Una ciudad sin nombre, muerta, putrefacta. "¡Puta ciudad levadiza, huidiza, guanga como el pabilo de una vela derretida! ¡Puta como las palabras, mil veces eyaculada, eyaculadísima de luz, pécora!"
Por ello, la novela se construye a partir de dos jóvenes de letras: Santiago y Gerner, un novelista tímido y un poeta burgués, un muchacho que no puede publicar ni una novela y la joven promesa de la lírica local. Ambos, rivales en el amor, serán también los camaradas que compartan la pasión por el lenguaje y la creación literaria. "¿Por qué Dante no le dio un círculo de su infierno a los escritores fallidos? Escribir por siempre, sin comer, sin beber, sin dormir, escribir, escribir por años, por siglos, con la columna rota y los dedos entumecidos..."
Santiago de la Mora encarnará al escritor núbil que pretende no tener ni oficio ni talento, pero que sigue escribiendo. A diferencia de los escritores antecedentes, la rebeldía, el extravío o la experimentación no son caminos válidos para Santiago. Tampoco la imitación de los clásicos. Menos la novela histórica. Santiago se pregunta:
¿Qué he vivido? ¿Qué he sentido? Mi vida, sin anunciación; mi vida, sin peligros. Cuidadoso en casa, efímero en los cuidados, rodeado de elementos vulgares, sin chiste, sin nombres simbólicos: televisión, control remoto, Nintendo.
[...]
Quiero salir de la vulgaridad del presente, de lo trivial del presente. ¿Por dónde ir? ¿Hacia dónde ir? ¿La literatura? ¿La historia?
En la vida real, los jóvenes que no son escritores suelen elegir entre las drogas, la rebelión o el consumo. Santiago debe hallar una respuesta distinta porque él ha visto derrumbarse uno por uno todos los cánones y todas las ideologías. La lucha a muerte, la inmolación y el sacrificio tampoco son opciones porque Santiago y Gerner se han criado en una ciudad banal, burguesa y cómoda.
Ya no estamos dispuestos a sacrificar nada; nadie nos ha educado para eso. ¿Por quién morirías tú? ¿Morirías por tu ciudad? ¿Por tu patria? ¿Por tu ideal? ¿Qué son esas palabras tan huecas?, nos preguntaríamos. Ya no somos héroes, y no tenemos ni la intención, ni el ánimo de serlo; nuestro heroísmo ha fracasado, se ha roto. Buscar culpables sería absurdo, nacimos así, lo traemos en los genes.
Pero a diferencia de su generación, Santiago tiene una cosmovisión política que lo hace diferente, incluso al mismo Gerner. En un mundo donde las ideologías políticas han sucumbido al paso inexorable de la Historia, ni los comunismos ni los capitalismos son opciones de vida para Santiago. En ambos bandos, la religión y la política se mezclan, y los demonios y los dioses toman partido, reclutando devotos para cada una de las nuevas fe. La participación política es una comunión religiosa, y por ello, Santiago y su generación han sido condenados a vivir en la indeferencia política. "El único heroísmo que nos queda es ser alguien en la vida, triunfar, lo que es estúpido."
Pero sin duda, la línea que separa a Santiago de la Mora de Gerner es el hecho de haber tomado conciencia de la injusticia social que existe en el país y del papel que juegan las minorías políticas.
Quise, en algún momento, escribir sobre un guerrillero; situarlo en la urbe; un guerrillero comprometido y convencido de la causa. Lo quise hacer como ejercicio de fe. Tenía planeado escribir sobre todo, su increíble capacidad para soñar, que es lo que yo creo es la fe y la esperanza.
El nombre de este personaje será Tomás Sabara y encontrará, en la lucha obrera, la plataforma política que necesita para convertirse en una figura mítica del movimiento social y de guerrilla. "Sabara comenzará a organizar a los trabajadores de una manera increíble. El movimiento obrero se unirá a él como nunca pudo hacerlo Cárdenas ni nadie: se convertirá en un caudillo."
¿Existe un lugar para la política dentro de la literatura? Yo pienso afirmativamente. En una sociedad que nos relega a vivir en, por, para, y a través del consumo, despertar las conciencias políticas de nuestros lectores es más que un ejercicio propagandístico: es un ejercicio de vida.
La agonía de la marmota es un texto que retrata las condiciones socio-políticas de la Generación Nintendo: inmersos en una sociedad banal, consumista y apolítica, los jóvenes creadores buscan con desesperación la manera de dar forma a sus propios discursos culturales.
Mira esta ciudad, ¿vale la pena escribir sobre ella, homenajearla? Sus calles, putas, vendibles al mejor postor; como si el tiempo fuera un padrote que todo lo compra y todo lo penetra, como si fuera dueño. [...] No vale la pena escribir sobre este bloque de cemento duro y macizo, con el gris de alma en medio de su pecho de piedra disecada y quieta. Nada de la ciudad resopla ya, ni el viento caliente, ni el sol a plomo; esta muerta, muertísima, no tiene nada de vida; pero sigue devorando.
La identidad local, la identidad regional, la identidad nacional no son mas que cuerpos sin vida que estamos condenados a arrastrar hasta el final de las nuestras. En esta época de desencanto y crispación política, debemos gritar ¡mueran los nacionalismos y las identidades impuestas por los hombres corruptos y sus instituciones putrefactas!
Santiago y Gerner se han encontrado en un tiempo y espacio compartidos. Sólo uno de ellos ha sentido la agonía necesaria para escribir sobre las injusticias políticas del mundo que lo rodea. La literatura como un mero artificio queda allá, lejos de la plaza pública y las calles colmadas de obreros. La literatura de Alonso es la literatura que necesitamos los hombres hendidos por un mundo que nos alecciona y pretende convertirnos en animales domésticos. Si la literatura no es el último resquicio para la revolución cultural y de conciencias, entonces, señores, estamos jodidos.
Terminaré con la frase poética que más me gusto de la novela: "Creo que no terminaré nunca de decir lo que quiero decir. Eso duele."
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Otras reseñas sobre La agonía de la marmota:
"El CTE rinde homenaje a Alejandro Ariceaga con literatura viva" en diario Impulso.
"La agonía de la marmota". Laura Zúñiga Orta.
"Algunos acercamientos a La agonía de la marmota, de Alonso Guzmán". Jesús Saúl Ordoñez García.
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Saludos.
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