jueves, 3 de noviembre de 2016

"Azul como su nombre" Antonio Salinas



Publicado por Jesús Bartolo Bello López, con diseño de Eduardo Osorio, Azul como su nombre es el primer libro de poesía de Antonio Salinas, nacido en 1977 en Acapulco. Gracias al Centro Toluqueño de Escritores, pude acceder (por fin) a este libro publicado en 2006 por La trucha güevona.

De inmediato, el mar: ese testigo. Pero no un mar cualquiera, sino ese: el de la bahía donde fueron arrasados los carrizos. No sólo el mar; también, la arena; y el calor, y el sopor, pero la brisa. Antonio se convierte en un marino (o más bien, en un náufrago) que encalla en el cuerpo de una mujer por cinco días, y desde ahí, descubre la poesía:

A los pies del verano
junio nos junta,
y los gritos [del amor] atrapan todo.
Como red en el agua,
sin tocar arena en ti,
me hundo

Poemas mínimos, discretos, que hacen pensar en una especie de renga. Así, los días pasan tan rápido como los poemas. En el día cinco, el poeta escucha la historia de su amada; y le da voz, en el poema:

-El único barco acurrucado en mi vientre de arena
conoce todo mi puerto,
y me ha descubierto entre las rocas
de una playa sin salida.
A los diecisiete años,
canjear el sudor azul
por el sabor de las palabras.

En este libro, no solo hay amantes varados, también hay sirenas y bañistas en bikini. Pero, también, existe una mirada que va más allá del puerto, y se adentra en la ciudad, sólo para recordarnos la realidad de ese infierno de cemento:

Un bulevard se abriga de tráfico,
árboles con sed doblan las aceras
y las únicas flores sobreviven en las ventanas más altas,
y quedan atrás los cuentos de hadas.

Así, al final del libro, se desata la nostalgia: el recuerdo doloroso por el puerto y sus mujeres. Pero, también, aparece el hastío: el disguto por tener que vivir en un lugar poco marino, lleno de personas intrascendentes, donde no se encuentra la poesía.



Actualmente, Antonio Salinas vive de nuevo en Acapulco, donde es difusor cultural, y desde donde ha escrito sobre la narcoviolencia que ha azotado el puerto:

Un hombre fuma y tira las colillas
como cabezas humanas en las aceras,
como un balón de fútbol de un equipo de nimios resultados,
sucede a cuenta gotas
contagiar uno que otro día el sueño con lágrimas. [...]

Dicen los cronistas de la ciudad que el conjunto
contrario tomó la delantera, el saldo:
dos levantones con lesión, un arsenal de disparos,
una madre que llora aún frente a un cauce de luz que se apaga,
y otros más trasladados en ambulancia.
Dos horas palpándome lo acalambrado
quitándome lo saudade, lo oscuro de los de casa.
Dos horas tirando piedras al mar de mi infancia
mientras chillan lentas sirenas ruidosas.

(De "Al filo de la navaja")

El poeta sufre, ahora, no por la nostalgia; sino por el impacto de la narcoviolencia en su vida cotidiana. Sin embargo, se niega a desfallecer:

sin temor a equivocarme cuando acabe de escribir estas líneas ni tan líneas porque la vida a cado rato se interrumpe, iré a tomar un trago. regresar y sabe dios qué pase después. estoy vivo porque mi ánimo lo dice o porque de plano mi pensamiento es necio como el alba.

(De "Sitiado")

Lejos, y atrás, quedan los poemas sobre el mar. Lejos, y atrás, las bañistas de Acapulco. La angustia se cierne sobre el poeta, y a su vez, en sus poemas.

En agosto de este año, Antonio Salinas ganó el Premio de poesía "Efraín Huerta" por su libro La canción de los ahogados, desde el cual extraigo este pedazo de poema:

Encuentran a dos pescadores
después de siete noches de zarpar.

Salieron de playa Manzanillo,
uno de ellos murió a los cuatro días
luego de que una ola volteara
la lancha en altamar.

Ambos se abrazaron a una hielera;
comían pájaros, tortugas,
tomaban agua de las raíces
de las plantas y de la lluvia
que se encontraron en el naufragio.

Quien sobrevivió ––deliraba––,
dijo llamarse Andrés y vivir en el 421
de la avenida Adolfo López Mateos
––casa de Johnny Weissmüller––,
y tener amigos en Hollywood.

Vestía bermuda roja y camisa a cuadros.

Entre los hombros (quemados por los rayos del sol),
el tatuaje de un pez cocinero.

Poesía desde Acapulco, Guerrero.


Saludos.

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