jueves, 18 de junio de 2015

Palabras de Cecilia Juárez sobre "Moratoria"



Conocí a Christian Hernández en 1998, en la facultad de humanidades, cuando ambos iniciamos la licenciatura en letras latinoamericanas. Los primeros días era como se describe en las páginas iniciales de “Moratoria”: en la escuela siempre creyeron que estaba loco. Era un muchacho embebido en sus propios pensamientos que miraba por turnos la pizarra y su cuaderno de notas; de vez en cuando emitía alguna opinión, casi siempre inteligente. Hacía aspavientos de las cosas que iba comprendiendo y se reía solo. No hablaba con nadie. Hasta que un día llegó corriendo hacia donde yo estaba y me gritó: “¿Tú eres Cecilia Juárez?” Pensé que después de 3 meses de clases sabía mi nombre y estaba emocionado, pero en realidad venía a mostrarme mi primer texto publicado, por esos años, en la revista universitaria El hocico del tlacuache. A partir de ese momento, Christian comenzó a integrarse a lo que serían las veladas literarias que hacíamos itinerar por las casas de nuestros padres, para desgracia de ellos.

Infancia es destino, porque destino es obsesión.

En Christian reconocí siempre el valor de la obsesión: los temas que le arrancaban la pleura en sus primeros años, persisten en la mente del actual treintañero. El amor de las niñas, que buscó agitado entre las páginas de García Márquez y el manga japonés, la máquina de baile, el fenómeno idol, el Altazor de Huidobro, Roman Jakobson, Gorostiza y la Muerte sin fin que lo fascinaba, esas alas rotas en esquirlas de aire, esa insolencia que prevalece en él y que le ha valido más bofetadas que abrazos.

Moratoria es, en muchos sentidos, el calce de sus circularidades, sus razonamientos peculiares, el receptáculo de las obsesiones que lo han llevado hasta el sitio del pensamiento desde el que ahora escribe este libro confesioficcional, pulido por la mitología personal y sus paradigmas y por ese crecimiento impuro de un sentido erótico bien torcido, como son todos en una secreta realidad. Página a página, Hernández va develando una especie de fantasía neurótica alimentada por el razonamiento, pero que no niega la cruz de su parroquia: igual aparece Cortázar que la cumbia de Arturo Jaimes y los cantantes; junto a Silvio Rodríguez, entra en escena Britney Spears. Y todo por el derecho al pop.

Más que de pedofilia, este texto trata sobre la fotografía que toma la conciencia de nuestra infancia y -por alguna clase de mecanismo kármico que desconocemos- queda fija en la conciencia adolescente y la cuasi adulta y, tal vez, finalmente de la conciencia adulta y anciana:

A lo largo de mi vida, he sido un niño. En mi tiempo libre he jugado a imitar el mundo adulto. No me arrepiento de haber salvaguardado mi alma

Siempre se quiere como se quiso la primera vez, muy en el fondo. Aprendimos a hacernos de los afectos y los juicios y las pérdidas de la misma manera que aprendimos a ir creciendo como si nos echaran a pedradas de la infancia y luego de la adolescencia y así hasta la muerte. Pero no significa que nuestra psique esté obligada a seguirnos por esos vericuetos de la madurez social en los que vamos trastabillando para terminar una carrera, conseguir un trabajo, una pareja, un auto, una reputación, una familia como dicta la heteronorma.

A veces, como pasa en Moratoria, nuestra psique se queda contemplando el lago nítido de nuestra infancia, mientras nosotros, desde otras latitudes orgánicas debemos seguir avanzando. Sólo esa fotografía quedó fija y se filtró hacia todos los presentes que fueron pasados y los que serán presentes cuando ocurran en el futuro. Tenemos un tiempo compensatorio, podemos tardarnos un poco más delante de nuestro propio espejo, tratando de dilucidar qué cosas perdimos en ese parque oscuro de la infancia. Qué cosas que extrañamos y buscamos hasta la fecha, como el primerísimo amor o el sabor de las primeras veces para todo lo que hemos probado.

Termino con una pregunta del poema Rewind. Una pregunta que todo mundo debería hacerse y, sobre todo, debería poder contestarse:

¿Hemos crecido para bien, como el bambú?/ ¿o somos hierba silvestre enraizada entre las piedras?

miércoles, 17 de junio de 2015

Palabras de Ezequiel Reyes sobre "Moratoria"



“Quedan recuerdos que no borraré de mi mente por más que enloquezca”
Christian Hernández

Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Ramón López Velarde

Conocí a Christian Hernández, en 1999, en el cineclub de animación japonesa organizado por Pedro Camelo, en el Tec de Monterrey Campus Toluca. Christian era uno de los externos al Tec de Monterrey que asistían a este cineclub (yo era otro). Allí, vimos Evangelion por primera vez. También, vimos varias películas y animaciones japonesas antes de que las emitiera la televisión abierta. También, recuerdo asistir a la función de una de las películas de Evangelion, en la Facultad de Humanidades de la UAEMex, con su entonces amiga Dinorath Ramírez (otra famosa toluqueña que entró a la escuela de cine del Centro de Capacitación Cinematográfica antes que yo lo hiciera en el año 2008). Sin embargo, conocí verdaderamenete a Christian en una reunión de amigos, con bebidas alcohólicas, y una muy buena charla, en una comunidad de “freaks del comic, los videojuegos y el manga”, llamada “Comunidad X”, cerca de la iglesia de “El Ranchito”, durante mi año sabático, en 2004, cuando ya había salido de Ingeniería y estaba escribiendo mi tesis y leyendo como desquiciado a Philip K. Dick. Durante ese año, asistí a más reuniones etílicas en “la comuna”, el espacio de venta de comics, que en toda la carrera de Ingeniería. Christian ya había entrado a la Maestría de El Colegio de México en estudios asiáticos, y descubrí su pasión por la literatura de lolitas (Nabokov, García Márquez, etc.) y, particularmente, por el fenómeno del rorikon, que yo no conocía, y que Christian me detalló. En esas reuniones, también conocí a Héctor, que aparece en el poema “Rewind”, y también a Valeria, una de las mujeres a las que Christian dedica “Del Eros al Logos”, uno de los poemas más intensos de su libro:

Soy un loco y he visto más vaginas que planetas,
más mujeres que vaginas,
y dos lunas con su escolta de cometas

Al año siguiente, en 2005, asistí por primera vez a una TNT, convención de cómics y animación japonesa, una experiencia que tardé en asimilar, siendo un veterano de las Conques y las Mecyfs, convenciones de cultura pop gringa. Las TNTs eran eventos completamente distintos: reuniones donde culturas diferentes se encontraban y los mexicanos podían convivir con una gran parte de la cultura pop japonesa, de esa cultura pop que Christian utiliza como tema en sus poemas: evasión y objeto de estudio, a la vez.

Lamento haber perdido tantas tarde frente al televisor
ahora que puedo mirar el mundo que está afuera.
“Sayonara”.

Conocí a su novia japonesa, Motoko, no recuerdo en qué año. Asistí, junto con él y Héctor, a algunas reuniones del Aki Matsuri, el festival de otoño que organiza la Asociacion japonesa en México, en la calle Fujiyama 144. colonia Las Águilas, en la Ciudad de México. Allí, es el escenario en el que se ubica el final del poema “Rewind”:

Reunidos en un círculo concéntrico,
los otaku de Toluca y del D.F.
brindamos con un bote de Sapporo,
y al final, Héctor se tragó las babas.

Tiempo después, en una TNT, en 2006, presenté un comic que autopublicamos en un colectivo al que pertenezco: “4 vientos”, y volví a encontrarme con Christian y Héctor, y compartimos algunas aventuras ese año. Conocí a sus compañeras de la Maestría del Colmex, quienes estudiaban otras regiones de Asia y que asistieron disfrazadas de personajes de animación japonesa a una TNT.

En 2006, Christian vivió en un cuarto en una casa de huéspedes. La misma donde vivió por unos meses mi hermano, quien también estudió en la ciudad de México, en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Yo mismo llegaría a estudiar en México una Maestría patrocinada por Conacyt, y a finales del 2007 viajaría también a Japón, a un congreso de optimizacion y técnicas de ingeniería, y sería Christian mi asesor para entender mejor los lugares, los comportamientos, y darme ciertos tips, ya que él había viajado varias veces antes a ese país, tal como consta en su libro.

En 2007, asistí con mi novia de aquel entonces a un desfile en Metepec, y me encontré con Christian. Dimos un recorrido y vimos a un niño, apartado de los demás, leyendo un libro o escribiendo en su libreta, y Christian me comentó que le recordaba a cuando él era niño, cuando se retiraba a leer y a dibujar en la soledad. Recordé ese momento cuando leí el segundo poema de Moratoria:

“Primer Amor”
En la escuela siempre creyeron que estaba loco.
A la hora del recreo, me apartaba en una banca a almorzar,
mientras miraba al horizonte.
No me gustaba jugar, ni convivir mis compañeros.
Prefería aislarme, mientras soñaba despierto...

Recuerdo alguna otra reunión, en su casa en Metepec, mirando jugar a la Selección mexicana de fútbol, mientras tomábamos cerveza mexicana, y él tomaba cerveza japonesa. Fue, al final de la noche, cuando Christian nos programaba, a Héctor, a Ángel y a Erick las famosas Morning Musume, entre otros grupos de Idols japonesas.

Los blogs de Christian se volvieron más polémicos y politizados en 2006, año del fraude electoral en las elecciones presidenciales de ese entonces. Sin embargo su actitud crítica hacia las instituciones y la política mexicana tienen antecedentes que no conocía, como indica su poema “Tadaima” que termina con unas líneas que hacen referencia a la fiesta patria del 16 de septiembre del 2012:

Los mexicanos cantan
me invitan a vivir la guerra
me invitan a morir por mi país
me invitan a desear dentro de mí
no haber nacido jamás en esta tierra.

He leído algunos poemas de Christian en la revista La Colmena de la UAEMex, pero su libro de poesía podría leerse como una pequeña autobiografía del dolor y la pasión de un hombre que siempre quiso ser un niño y seguir las cosas que más lo apasionaban: el amor, el sexo, la cultura pop japonesa, el karaoke, las cervezas japonesas, las letras de canciones y las Idols.

Tadaima

De nuevo en México
busco a la chica que me hizo feliz antes de salir de viaje
(no esta disponible) por eso enfurezco, corro, lloro,
termino por aceptar que tiene novio
y grito con desesperación la letra de alguna canción en japonés
para que los hablantes hispanos
no sepan de mi dolor, de mi tristeza....

En México no hay karaoke
por eso enloquezco
me salgo de clases y bebo tequila
acompañado de personas a las que termino por llamar amigos

Falta que alguien (con conocimiento del idioma japonés) le diga a Christian “okaeri” (“bienvenido”), ahora que presenta su libro de poemas. Tal vez cuando lo presente en Metepec, alguien que lo conozca y que también hable japonés, se lo diga. Y tal vez, Christian responderá, cuando termine su presentación, “itte kimasu (“ya me voy”). Entonces, Christian regresará a Chilpancingo, a seguir escribiendo poemas y dando clases, después de haber estudiado y trabajado en esta ciudad de Toluca tan bipolar.

Creo también, como lo hace Christian Hernández y Alejandro Jodorowsky, que el arte es sanador, catártico. Las manifestaciones artísticas nos ayudan a liberar nuestros demonios internos, a expiar nuestros pecados (para aquellos que son católicos), a sanarnos como individuos y como sociedad. Yo mismo lo he tratado de hacer en un par de cortometrajes que he escrito y dirigido, y con “Moratoria”, el poema que da título al libro.

Christian escribe un homenaje que a veces suena a confesión y juicio de defensa (señores del jurado), pero es también una recapitulación de lo que fue, de lo que pudo ser, y de lo que ya no fue:

Hoy,
ya no puedo soñar contigo,
nuestra hija falleció,
y con ella, ese futuro:
adiós a nuestra relación,
adiós a nuestro viaje a Japón,
adiós a nuestra vida en común,
y adiós a la bebé
que cuidaríamos juntos.

Todavía tengo la cama que compré para los tres.
Tienes, aún, las cenizas de mi hija.

[...] Hoy no somos más que un par de animales
heridos: el cuerpo cubierto de llagas, los ojos
cubiertos de lágrimas, las bocas abiertas,
sedientas de amor y de sangre, diciéndote
adiós, amor mío, en este, tu único funeral.

Toluca, México, 17 de junio de 2015.



Publicado también en La Luna No. 211.

lunes, 1 de junio de 2015

#‎VotoNulo‬ ‪#‎AnulaTuVoto‬ ‪#‎7Jun15MX‬



Tal como compartí en mi FaceBook, detrás del discurso sobre el voto nulo como "protesta" existe cierto pensamiento mágico-infantil que pretende reducir la manifestación del descontento social a la simple anulación de la boleta electoral.

Si bien es cierto que un sector mayoritario de la ciudadanía está harta del sistema de partidos políticos y de las farzas electorales ocurridas en los últimos años (2006 y 2012, principalmente), dichos electores olvidan que, tal como se explica en el video, abstenerse de votar o anular el voto es un acto que solo beneficia a los partidos políticos tradicionales (PRI-PAN-PRD):



Existe también otro sector, conformado por adultos con pensamientos infantiles que creen que, al votar, legitiman el aparato político-partidista. Por eso, prefieren abstenerse, contribuyendo a la perpetuidad de los partidos políticos tradicionales en el poder.



Tal como afirma Hugo Sadh, detrás de todas las campañas políticas en México, se esconde un debate de fondo: el cambio de modelo económico que existe hasta la actualidad en nuestro país.



Tal como hemos documentado, el único político mexicano que ha planteado un cambio en el modelo económico ha sido Andrés Manuel López Obrador.



Muchas personas admiran y anhelan tener en sus países un político como José "Pepe" Mujica, debido a su forma de gobernar, a su austeridad y a sus políticas públicas. Pero, varias de esas personas olvidan que detrás de un gobierno como el de Mujica, hubieron cientos de miles de votos, gran participación ciudadana y casi poca abstención.



¿De qué manera se pretende tener políticos diferentes si no se vota por los candidatos que tienen propuestas políticas diferentes?


Saludos.